En este contexto de emergencia sanitaria donde emerge el valor del sistema sanitario y de las personas que nos cuidan, es obligado recordar que es más necesario que nunca aplanar también la curva de la crisis climática y de biodiversidad.
En este sentido los bosques son uno de nuestros patrimonios naturales más importantes. No solo nos proporcionan “servicios” esenciales, tales como el agua, alimentos, medicinas, maderas y materias primas sino que son cruciales para el clima, porque deforestar aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
¿Por qué los bosques son importantes para mitigar el cambio climático?
Los bosques y sus suelos almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema terrestre y juegan un papel vital en la mitigación de la creciente inestabilidad del clima. Si desaparecen los bosques, estos dejan de ser almacenes de carbono para pasar a ser fuentes del mismo, agravando el cambio climático.
Manteniendo los bosques intactos, es decir como extensiones ininterrumpidas de paisaje forestal, aumenta su capacidad de recuperación frente al cambio climático. Esto también permite a las especies vivir en ellos, que se adapten al cambio climático y que mantengan sus servicios
Desafortunadamente, la deforestación anula en gran medida este efecto. Y cuanto más tardemos en reducir estas emisiones, peores serán las consecuencias y más nos costarán en el futuro en términos económicos, sociales y ecológicos.
La deforestación: un círculo vicioso de cambio climático
La deforestación representa aproximadamente el 23% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (más que todo el sector transporte del mundo). Es por ello que reducir las emisiones de la deforestación y la degradación de bosques se convirtió en una de las estrategias para la mitigación del cambio climático.
Los bosques son los aliados del clima. Los árboles, como el resto del reino vegetal, y a través de la fotosíntesis, captan el CO2 de la atmósfera y lo transforman en carbono orgánico que pasa a formar parte de la biomasa vegetal.
En los bosques, además, hasta la materia orgánica muerta y los restos vegetales se depositan en los suelos formando capas de materia orgánica que constituyen reservas importantes de carbono. Un suelo rico en carbono no sólo es un suelo fértil y estable, sino también cumple la función de regular el ciclo hidrológico a través de la retención del agua de lluvia.
Cuando se deforestan y degradan los bosques se libera a la atmósfera el carbono presente (por quema, degradación de los suelos, etc.) y al mismo tiempo se reduce o elimina totalmente la capacidad de fijación de CO2 de la masa forestal. Es decir, pasan de ser un “sumidero” o almacén que absorbe el carbono a ser una “fuente” de liberación de esos mismos gases.
El cambio climático genera olas de frío y calor, huracanes, sequías, inundaciones, incendios, plagas, cambios en la distribución de especies, desertificación, pérdida de bosques, etc.
En definitiva, la deforestación es una causa del cambio climático y éste cambio climático agudiza los problemas de los bosques y favorece la deforestación.
En Argentina
En Argentina, la región del Gran Chaco, es una de las más amenazadas por la deforestación y la degradación, es la que mantiene el 50% del contenido de CO2 de los bosques de Argentina.
Según resultados del segundo Informe Bienal de Actualización (BUR), el sector Bosques fue responsable de la emisión de 57,4 MtCO2eq en 2014, lo que representa el 15,6% de la emisión total de gases de efecto invernadero (GEI) de la Argentina de ese año.
Las principales causas de la pérdida de bosques son el avance de la frontera agropecuaria (ganadería y soja transgénica) y los incendios. Los sectores Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra representaron el 39% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de Aregntina en 2017. Ante la actual crisis climática y de biodiversidad, resulta evidente la necesidad de conservar y manejar sustentablemente los bosques.
Por otro lado, un reciente estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria reveló que una hectárea con bosque chaqueño absorbe en una hora 300 milímetros de agua, mientras que una con pasturas, 100 milímetros, y una con soja, tan solo 30 milímetros.
Las inundaciones que recurrentemente sufrimos todos los veranos no son un fenómeno natural, son consecuencia del cambio climático y de que Argentina sea uno de los diez países del mundo que más deforestan. Estamos perdiendo a nuestra esponja natural por el avance descontrolado de la soja y la ganadería intensiva. Menos bosques es sinónimo de más inundaciones.
Los ambiciosos planes de aumento del stock bovino de las provincias del norte (10 millones más de vacas) ponen en riesgo a 10 millones de hectáreas de bosques chaqueños. Esta deforestación y fragmentación dejará casi sin posibilidades de supervivencia al yaguareté en la región.
Desmontes en cuarentena
A pesar de que el desmonte es una actividad que se encuentra suspendida durante la cuarentena, monitoreamos con imágenes satelitales y descubrimos que en las provincias de Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco se arrasaron más de 6.565 hectáreas entre el 15 de marzo y el 15 de abril, lo que equivale a la pérdida de 211 hectáreas por día (en parte del lapso que involucra el aislamiento que se inició el 20 de marzo pasado).
Estas cuatro provincias concentran el 80% de la deforestación en Argentina. Es suicida que se siga desmontando, ahora y siempre. En las últimas tres décadas perdimos cerca de 8 millones de hectáreas y somos uno de los 10 países que más destruyen sus bosques.
Más desmonte significa más inundaciones, más desalojos de comunidades campesinas e indígenas, más desaparición de especies en peligro de extinción y más enfermedades.
Por eso, exigimos a los gobernadores de Salta (Gustavo Sáenz), Santiago del Estero (Gerardo Zamora), Chaco (Jorge Capitanich) y Formosa (Gildo Insfrán) que decreten la emergencia forestal y prohíban los desmontes de manera inmediata para siempre.
Un monitoreo satelital de Greenpeace demostró que Chaco, por el avance de la producción agropecuaria, es la provincia con más pérdidas de bosques nativos.
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