Está comprobado que son los países de las economías más poderosas los que más aceleran el cambio climático con su nivel de consumo. Sin embargo, las consecuencias las pagamos en regiones como la nuestra.
A pesar de que América Latina es responsable sólo del 8%de las emisiones del total de gases de efecto invernadero, son nuestros ecosistemas los que quedan vulnerables y es nuestra población la más expuesta a los eventos extremos.
Esto se traduce en las tristes cifras de 312.000 muertos y más de 277 millones de personas afectadas únicamente entre 1998 y 2020 por los impactos del cambio climático en Latinoamérica y el Caribe, de acuerdo a datos de la ONU.
Esta es la realidad detrás del término “pérdidas y daños” que se escucha en las negociaciones climáticas. Es, ni más ni menos, el reclamo para que los más ricos aporten dinero a los países que ya están sufriendo los embates de un clima feroz.
Trazado este panorama, ¿qué esperar como región en el futuro inmediato y qué soluciones hay a mano?
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ParticipáAsí se vivirá el cambio climático en América Latina
Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia, fue consultada por el medio estadounidense Bloomberg en Línea respecto a los cambios que podemos vivir en los próximos años.
Entre ellos, explicó que como nuestro clima está influenciado por los mares Atlántico y Pacífico y que, al estar subiendo la temperatura de sus aguas, ciudades como Río de Janeiro están en riesgo de huracanes.
En este escenario es esperable que urbes en las montañas de la cordillera de los Andes experimenten riesgos por inundaciones y deslizamientos del suelo. Y, a su vez, que territorios como los de Bogotá y Ciudad de México -que están ubicados donde antes existían humedales- también sufran deslizamientos.
Estos nuevos peligros agudizarán problemas que existen desde siempre en la región como la pobreza, las falencias en el acceso a la vivienda digna y la inseguridad alimentaria.
Acá entra en escena otra paradoja. América Latina y el Caribe está teniendo un crecimiento urbano acelerado, que se traduce en mayor demanda de transporte, servicios públicos, insumos y productos en general. Esto que puede verse como algo positivo deriva en una mayor presión sobre los ecosistemas y los recursos que brindan, contribuyendo al desbalance en la naturaleza.
El sector agrícola latinoamericano en el ojo del cambio climático
Al sector que es motor de la economía lo persigue su propia sombra. La actividad agrícola es responsable de 47% de las emisiones de efecto invernadero, por encima del promedio global, y es al mismo tiempo, una de las industrias que puede sufrir las mayores consecuencias por el golpe del cambio climático.
En este sentido, se proyecta que los rendimientos de los cultivos bajarán entre 7 y 8 % en promedio en la región de aquí a 2050, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Éste es un estimado. Lo cierto es que la situación podría empeorar en caso de que surjan más plagas, haya escasez de agua o bajen los nutrientes en los cultivos.
En un mundo más caliente, sabemos que las sequías e inundaciones serán más frecuentes y durarán más tiempo. Por lo tanto, los cultivos no se darán como hasta ahora. Por ejemplo, en el norte de Colombia podría darse una reducción en el rendimiento del maíz y el frijol, mientras que México pasaría lo propio con los bananos.
Argentina, que es hoy tercer exportador mundial de soja y segundo de maíz, no está exento de riesgos puesto que casi la mitad de su tierra es utilizada para agricultura. En tanto, la producción de café Ecuador se resentirá al igual que la de cacao en Perú.
No sólo los trabajos están en riesgo sino la seguridad alimentaria. América Latina y el Caribe pagan los platos rotos de la falta de acción climática, como dice Blomberg en Línea. Entonces, quedarse de brazos cruzados no es opción.
Dinámica Norte/Sur, barajar y dar de nuevo ¿es posible?
Dice la frase que no se pueden esperar resultados distintos haciendo siempre lo mismo. Entonces, si queremos frenar al cambio climático y mejorar la perspectiva de futuro que acabamos de mostrar, hay que cambiar desde la raíz.
Entre las medidas más urgentes, hay que implementar medidas de adaptación porque no tomar medidas para reducir los riesgos y las pérdidas es más caro que reparar luego los daños. A su vez, hay que invertir en resiliencia climática en todos los sectores (transporte sostenible, matriz energética renovable, industria menos carbonizada, etc.)
En otro nivel, ámbitos como el que habilita el G77 merece una mención. Conformado por más de 130 países en desarrollo y emergentes (entre ellos, Argentina, y a los que ahora se volvió a sumar México), representando al 80% de la población mundial, puede ser una herramienta clave.
En una geopolítica que se está sacudiendo, se abre una puerta de oportunidad para que las dinámicas históricamente desbalanceadas entre el Norte y el Sur Global empiecen a equilibrarse.
Como dijo el Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel a mediados de septiembre pasado en el encuentro del G77+China en Cuba que pasó casi desapercibido en los medios: “Después de todo este tiempo en que el Norte ha organizado el mundo según sus intereses, ahora le toca al Sur cambiar las reglas del juego”.
Fuente: Bloomberg en Línea