En el tiempo que te lleva leer esta frase (4 segundos aproximadamente), una extensión de tierra (que puede ser un pastizal, humedal, bosque, etc.) de un tamaño equivalente a 16 campos de fútbol queda degradada en alguna parte del planeta.

El cálculo está hecho según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que estima que a cada segundo, un área natural similar a 4 campos de fútbol sufre un cambio en el estado de la salud del suelo. Esto repercute en la disminución de la capacidad del ecosistema para proporcionar bienes y servicios a sus beneficiarios (FAO, 2020).
Este daño a la calidad de los suelos es provocada por actividades humanas como, por ejemplo, tala rasa o deforestación; el sobrepastoreo o sobreexplotación de acuíferos, el riego inadecuado, la expansión urbana y desarrollo comercial, la extracción de piedra, arena o minerales, entre otras.


Como resultado, en la actualidad, 40% de la superficie terrestre está considerada como “degradada”.
¿Cómo afecta la salud del suelo a las personas?
No nos cansaremos de recordar que las personas somos uno con el planeta que habitamos. Por ende, es imposible que un suelo inerte no repercuta en la calidad de nuestra vida.

Partiendo desde lo más básico: necesitamos de él para producir comida. De hecho, nos provee del 95% de lo que comemos porque, cuando está sano, proporciona los nutrientes, el agua, el oxígeno y el soporte de las raíces necesarios para las plantas que producen alimentos.
También es el escenario para los ciclos biogeoquímicos de elementos como el carbono, nitrógeno, fósforo, azufre y otros. El suelo actúa como un importante almacén de carbono, siendo considerado el mayor sumidero de este elemento en la naturaleza. Por esta razón genera cada vez más atención de parte de tomadores de decisión política para tratar de mitigarla crisis climática. Además, almacena y filtra el agua permitiendo la recarga de acuíferos y evitar contaminación de las reservas de agua; y es una reserva importante de biodiversidad del planeta.
Por todo esto, mantienen la salud de todos nosotros y de todas las especies que lo habitan.
Un Día Mundial para poner el foco en su recuperación
Cada 17 de junio es el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. En 2025, la conmemoración se da bajo el lema “Restaurar la tierra. Liberar las oportunidades” para arrojar luz sobre cómo la restauración de la base de la naturaleza – la tierra – puede crear empleos, impulsar la seguridad alimentaria e hídrica, apoyar la acción climática y crear resiliencia económica.
Colombia será la anfitriona de esta celebración global, lo que reafirma su compromiso de abordar la degradación de las tierras mediante soluciones basadas en la naturaleza. El evento, celebrado en Bogotá, destacará la urgente necesidad de restaurar las tierras en pro de la sostenibilidad, la paz y el desarrollo inclusivo, a la vez que enfatizará el papel vital de una tierra sana para garantizar la alimentación, el agua, el empleo y la seguridad.
¿Cómo se puede restaurar la tierra?
En un mundo donde más de 2.000 millones de hectáreas están degradadas, lo que afecta a más de 3.000 millones de personas, éstas son 7 soluciones que propone la ONU:
Restaurar los suelos es restaurar la vida. Un suelo sano sostiene la biodiversidad, las culturas locales y la soberanía alimentaria, mientras actúa como un aliado esencial frente a la crisis climática. Su capacidad para absorber carbono, regular el agua y resistir eventos extremos lo convierte en una barrera natural frente a los impactos del calentamiento global. Cuando se combinan con prácticas de agricultura sostenible, que pueden reducir el uso de agua hasta en un 30 % durante sequías y disminuir la dependencia de agroquímicos, los suelos se transforman en motores de resiliencia, justicia ambiental y transformación local. Cuidar la tierra no es solo una acción ecológica, es una apuesta por el futuro del planeta.
La sequía, un problema que va de la mano
Como remarca Juan Rivera, doctor en Ciencias de la Atmósfera e investigador del CONICET para Infobae, “la sequía, la degradación de suelos y la desertificación son fenómenos que suelen coexistir”, por eso se tratan en combo en este Día Mundial.

Por eso, vale recordar que el número y la duración de los períodos de sequía han aumentado un 29% desde el año 2000, según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y que la situación podría afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial para el 2050 si la tendencia no cambia.
En este sentido, exigir políticas que controlen las actividades que dañan las tierras es también una manera de cuidar los ciclos del agua. Y cuidar ambas, es cuidar nuestro planeta y nuestro futuro.