Incendio forestal en Ucrania (a 60 km de la planta nuclear Chenrobyl) Abril 2020 .

La desaparición de las grandes masas forestales destruyen ecosistemas y permiten que los seres humanos entren en contacto con poblaciones de fauna silvestre portadoras de virus, bacterias y otros microorganismos, lo que termina desembocando en nuevas enfermedades infecciosas y epidemias.

La gripe A, el ébola y, ahora, el coronavirus. Cada cierto tiempo, un nuevo brote de una terrible enfermedad pone en jaque a la humanidad. Sus orígenes son diversos pero hay un factor que claramente está aumentando el riesgo de transmisión de este tipo de enfermedades: la pérdida de bosques y el deterioro ambiental.

Ciertas actividades humanas, como la deforestación o la agricultura industrial, destruyen los ecosistemas naturales. Al hacerlo, alientan a los seres humanos a entrar en contacto con animales salvajes y los virus que probablemente transmitan, lo que aumenta el riesgo de contagio humano. El resultado es un incremento de las llamadas enfermedades zoonóticas (que proceden de los animales).

Los expertos señalan que el deterioro ambiental está agravando la permanencia entre la población de estas enfermedades zoonóticas, al mismo tiempo que se espera que la deforestación aumente los brotes.

Se estima que el 58% de las enfermedades infecciosas proceden de los animales, así como el 73% de los patógenos emergentes o reemergentes (1).

En los últimos 50 años, ha habido un gran aumento de enfermedades que se han atribuido a la invasión humana del hábitat, en particular en los “puntos calientes” de las enfermedades en las regiones tropicales Un estudio de USAID afirmó que alrededor del 30% de los brotes de enfermedades como el virus Nipah, Zika y el Ébola están relacionados con el cambio de uso de la tierra.

Gestionar los recursos para evitar futuras crisis

Los bosques nos ofrecen servicios de un valor incalculable. Por eso tenemos que ser conscientes de que vivimos en un planeta que tiene límites y de la necesidad de gestionar correctamente los recursos naturales que nos ofrece. Si no lo hacemos, las crisis (sanitarias, climáticas o migratorias) serán más frecuentes por el colapso sistémico al que nos abocamos.

La solución obviamente no es erradicar la vida silvestre, sino protegerla, así como su hábitat natural. Cuanta más biodiversidad y ecosistemas naturales estén protegidos, menor será el riesgo de epidemias. Esta es una razón más para poner fin a la deforestación 

Topadoras desmontando en la finca Cuchuy,Salta, a 70 km de Tartagal.

Pero los datos nos dicen que no vamos por muy buen camino.

Según la organización Global Forest Watch, desde 2001 a 2018 se ha producido una pérdida de 361 millones de hectáreas de cubierta arbórea a nivel mundial, lo que supone una reducción del 9 % de esa superficie desde el año 2000.  Según esta última organización, esa pérdida de cubierta forestal ha supuesto la emisión a la atmósfera 98.7Gt de CO₂, agravando el cambio climático.

Selva tropical desmontada para plantaciones de aceite de palma

¿Qué está pasando?

Cada vez más bosques se están deforestando para cultivar materias primas altamente demandadas como la soja, el aceite de palma, la pasta de papel o el caucho. También el actual consumo de carne tiene mucho que ver con la deforestación, ya que gran parte de los cultivos de soja se destinan a la alimentación del ganado. 

La caza, la alimentación y el tráfico internacional de fauna silvestre  también plantean un riesgo considerable de transmisión de patógenos entre especies. Y, debido a las altas densidades de población y al comercio internacional, los efectos de esta transmisión pueden extenderse por todo el mundo. (2)

Topadoras en la finca Cuchuy, Salta

Aunque la deforestación de los bosques está aumentando el riesgo de transmisión entre la vida silvestre y los seres humanos, parece que la tala selectiva plantea un peligro aún mayor, ya que las zonas de tala retienen la diversidad biológica mucho más que las zonas de desmonte o los bosques quemados. Por lo tanto, la probabilidad de entrar en contacto con enfermedades zoonóticas es mucho mayor.

El consumo

Carne argentina proveniente de desmontes en el Gran Chaco se exporta a Alemania

Esta crisis nos muestra hasta qué punto nuestro sistema alimentario se basa en el comercio internacional y la producción de tipo industrial, y esto lo hace particularmente vulnerable.

De hecho, las cadenas de suministro a nivel mundial están operando a un ritmo más lento: las restricciones sobre el movimiento de los bienes tomados para contrarrestar la epidemia ya no permiten que ciertas industrias vendan su producción normalmente. La globalización de nuestro sistema agrícola, que depende del transporte de alimentos y animales a largas distancias, muestra su fragilidad. 

En Argentina

Niño de la comunidad wichí

La deforestación, el agronegocio, la falta de acceso a agua potable y la pobre asistencia alimentaria agravan la situación para muchas familias que necesitan ayuda humanitaria. 

El avance de la frontera agropecuaria, aumenta la destrucción de  bosques y los conflictos territoriales de pueblos originarios con empresarios que compran fincas que históricamente son territorio indígena y las deforestan, mayormente para ganadería intensiva y soja transgénica.

Familia de la comunidad wichí

Esto reduce drásticamente sus posibilidades de obtener alimentos, medicinas y maderas para su sustento y forma de vida. Desde Greenpeace apoyamos el acuerdo justo y equitativo de de derechos indígenas pendientes y cuestiones relacionadas con los títulos como fundamentales para desarrollar sociedades sustentables.

Prevención, prevención, prevención

Desde Greenpeace nos solidarizamos con las familias de las personas fallecidas y con las afectadas por el COVID-19, prioridad absoluta en este momento y recordamos que es importante seguir poniendo de relieve estas realidades, por lo que puedan generar en términos de prevención a futuro.

El principio de precaución es una herramienta fundamental para minimizar los daños. Las políticas preventivas evitan la pérdida de vidas humanas y reducen los altos costes económicos de estas crisis. Así como un buen sistema de salud público es vital para asegurar una cobertura a toda la población, un medioambiente saludable, con recursos naturales como los bosques bien gestionados, son una salvaguarda para hacer comunidades más resilientes a estas crisis.

Si no asumimos el valor de los servicios que nos ofrecen los ecosistemas, la necesidad de gestionar correctamente los recursos naturales y el hecho de que vivimos en un planeta con límites biofísicos, nos veremos abocados a crisis cada vez más frecuentes y más severas, a las que pondremos el adjetivo de sanitarias, climáticas o migratorias, pero que tienen como elemento común un problema sistémico

Notas

1- Woolhouse, M.E.J. and Gowtage-Sequeria, S. (2005). Host range and emerging and reemerging pathogens. Emerging Infectious Diseases, 11, 1842–1847.

2- Shaikh A (2020) Coronavirus is our future, ·TEDxSMU accessed on 15/03/2020

Topadora deforestando en Chaco.
Exigí deforestación cero

Un monitoreo satelital de Greenpeace demostró que Chaco, por el avance de la producción agropecuaria, es la provincia con más pérdidas de bosques nativos.

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