Hoy en día es difícil negar que sentimos y sufrimos el cambio climático en nuestra vida diaria en mayor o menor medida. Olas de frío y calor, tormentas extremas, sequías, inundaciones, incendios, plagas, desertificación, pérdida de bosques, etc. ¿Por qué sucede y que debería suceder para evitar que la situación se agrave?
Nos pone en alerta que el informe más reciente del Panel intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) “Climate Change 2022: Mitigation of Climate Change” advierta que con los objetivos y políticas actuales, estamos acercándonos al precipicio, al límite de calentamiento del planeta (1,5 °C de acuerdo con establecido por 195 naciones en 2015 en el Acuerdo de París)
Los principales riesgos para América Central y del Sur son la falta de acceso al agua potable, efectos sanitarios graves (debido al aumento de las epidemias), la degradación de los ecosistemas de los arrecifes de coral (debido al blanqueamiento de los corales), sequías frecuentes y/o extremas que pondrán en peligro la seguridad alimentaria y las inundaciones, los corrimientos de tierra, la subida del nivel del mar, las mareas de tempestad y la erosión costera que puede generar daños severos a la vida y a medios de subsistencia.
Aunque parezca un escenario de película apocalíptica ya estamos sufriendo los impactos, las pérdidas y los daños que exponen los informes internacionales.
Olas de calor:
Las olas de calor tiene consecuencias tanto ambientales como en materia de consumo energético (mayor consumo de aires acondicionados, por ejemplo), pero también se ve impacto en la salud de las personas y la calidad de vida.
El aumento gradual de temperatura está siendo responsable de mayores niveles de estrés hídrico, evidenciados por el retroceso de los glaciares en la cordillera de los Andes y a su vez, el incremento de un proceso de desertificación (SAyDS , 2007).
A nivel estacional, se ha encontrado que los veranos tienden a ser más prolongados y los inviernos más moderados. Asimismo, se ha identificado una disminución en la ocurrencia de heladas y un incremento en la frecuencia de olas de calor (TCNCC, 2015).
Incendios e inundaciones:
La crisis climática ya es una realidad y la sequía es uno de sus impactos más palpables y, junto al fenómeno de La Niña aumentan las condiciones para que sucedan eventos climáticos cada vez más graves.
Los incendios en bosques y humedales no son nuevos, se repiten todos los años y la mayoría de ellos son intencionales y es urgente detenerlos. La quema de pasturas para ganadería intensiva y la gran cantidad de plantaciones exóticas suman aún más las posibilidades de que se expandan los fuegos..
En Colombia acaparamiento de tierras y cambio de uso de suelo para pasturas y ganadería son dos de las amenazas más graves que enfrentan las áreas protegidas en el corredor Amazonía – Orinoquía – Andes.
Avance de la deforestación:
Los bosques y sus suelos almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema terrestre y juegan un papel vital en la mitigación de la inestabilidad del clima. Manteniendo los bosques intactos, es decir como extensiones ininterrumpidas de paisaje forestal, aumenta su capacidad de recuperación frente al cambio climático.
Lamentablemente, la deforestación anula este efecto. Cuando se destruyen y degradan los bosques se libera a la atmósfera el carbono presente (ya sea por quema, degradación de los suelos, etc.) y al mismo tiempo se reduce o elimina totalmente la capacidad de fijación de CO2 de la masa forestal. Es decir, pasan de ser un “sumidero” o almacén que absorbe el carbono a ser una “fuente” de liberación de esos mismos gases que quería absorber. Y cuanto más tardemos en reducir estas emisiones, peores serán las consecuencias y más nos costarán en el futuro en términos económicos, sociales y ecológicos.
En Colombia el corredor de conexión entre la Amazonía, la Orinoquía y la cordillera de Los Andes se está debilitando. El Parque Nacional Tinigua pasó de perder casi 3000 hectáreas de bosque primario en 2017 a aproximadamente 12000 hectáreas en 2018.
Y en los últimos tres años, ha aumentado la pérdida de superficie boscosa en los Parques Nacionales Chiribiquete, Macarena y Tinigua.
Efecto en las ciudades
Es en las ciudades donde se generan el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Además, las urbes son los lugares en donde más se sienten los impactos del cambio climático, debido a su alta vulnerabilidad y poca capacidad de adaptación.
En la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático (TCNCC) de Colombia, Bogotá es la ciudad capital más vulnerable en términos de cambio climático siendo solo superada por San Andrés, y dos corregimientos departamentales de Vaupés, como los municipios más vulnerables de Colombia ante los efectos futuros del cambio climático. Los componentes de recurso hídrico y seguridad alimentaria son los que más aportan a dicha vulnerabilidad
Bogotá puede convertirse en la primera ciudad en latinoamericana en declarar la Emergencia Climática, siendo pionera en estrategias de acción reales, vinculantes y con el presupuesto necesario para fomentar el bienestar de sus ciudadanos, la salud y la protección del medio ambiente.
Debemos reimaginar las ciudades, haciéndolas más resilientes y aumentando la relevancia climática mediante el avance de iniciativas y regulaciones locales que abordan la emergencia climática y haciendo la conexión con las luchas globales – 1.5 Ciudades
Esto se logrará igualmente mediante cambios en la mentalidad y el estilo de vida de los ciudadanos, así como a través de regulaciones y políticas a nivel de los gobiernos municipales y locales, creando un efecto dominó a nivel nacional y regional.
Derretimiento de glaciares
Hoy en día la mayor parte de los glaciares andinos están retrocediendo a ambos lados de la Cordillera de los Andes como consecuencia de la crisis climática. Este derretimiento viene acompañado de un aumento constante de temperaturas medias que crean condiciones ideales para que año a año los glaciares estén más retraídos.
Los cuerpos de hielo son altamente sensibles a los cambios del clima y, si la temperatura general aumenta, los glaciares se derriten más. Estos fenómenos también se observan en diferentes partes del mundo.
Explotación en el mar
Los océanos también son reguladores de la temperatura terrestre: sin ellos, la temperatura rondaría los 36°C por encima de los valores diarios. Aportan entre el 50% y 80% del oxígeno que se libera a la atmósfera. A su vez, cumplen un rol fundamental al capturar entre el 20% y 30% del carbono procedente de las emisiones de gases de efecto invernadero y lo almacenan en el fondo marino. De esa manera, contribuyen a la mitigación del cambio climático.
Sin embargo, y de acuerdo a un reporte de las Naciones Unidas, la absorción de carbono que realizan los océanos se está viendo alterada por la actividad humana y, al igual que con la deforestación de bosques, esto podría invertir su rol como regulador del clima para transformarlos en aceleradores del calentamiento global.
Los océanos han absorbido más del 90 % del exceso de calor del sistema climático. De aquí a 2100, absorberán entre dos y cuatro veces más calor que en el período comprendido entre 1970 y el momento actual, si el calentamiento global se limita a 2 °C.
Por otro lado, la extracción y combustión de petróleo genera un gran volumen de emisiones extra, que se sumarán a las vigentes, y a las emisiones del resto de los países, lo que profundiza el cambio climático, vulnerando así la subsistencia de las generaciones presentes y futuras. A su vez, la exploración sísmica impacta directamente en el poder de resiliencia del océano, propiciando el colapso del principal mitigador del cambio climático.
Hoy es fundamental la ambición climática para mantener el aumento de temperatura en 1.5, ya que un aumento mayor afectará irreversiblemente a nuestros océanos. En un escenario de aumento de 2°C por ejemplo, se perderían el 100% de los corales a nivel global.
Unos océanos sanos juegan un papel clave en la vida del planeta. No solo son la fuente de alimento para millones de personas, sino que son fundamentales para regular el clima.
Cuando las pesqueras arrasan con las especies, degradan el ecosistema y favorecen el cambio climático.
Además de avanzar hacia la ambición climática, necesitamos que los gobiernos a nivel internacional acuerden en la ONU, el año próximo, un tratado global por los océanos, que proteja el 30% de los océanos para 2030 de las diferentes amenazas que hoy enfrentan.
Más inundaciones, más sequías, menos nieve y más calor se esperan para los próximos años si los gobiernos no toman acciones urgentes. Cada ecosistema destruido redunda en menor capacidad de adaptación al cambio climático en la región dónde ocurre la destrucción. Sin una acción climática urgente, la crisis climática hará cada vez más vulnerable a nuestro país y esto pondrá en jaque nuestra seguridad alimentaria, energética, de infraestructura y económica.
Desde Greenpeace trabajamos con campañas para impulsar la protección de ecosistemas (bosques, humedales, océanos, lecho marino) a través de leyes, de medidas más justas para evitar la destrucción ambiental y para ellos necesitamos de la participación y el apoyo de cada persona a la hora de poner estos temas en la agenda pública y de reclamar a nuestros gobernantes.