No. Aunque a veces se usan como sinónimos, “energías limpias” y “energías renovables” son conceptos diferentes que, en el contexto político y económico actual de México, tienen implicaciones importantes para el medio ambiente. Vamos a explicar las diferencias.
La energía renovable es aquella que se obtiene a partir de una fuente que no se acaba. La energía limpia es aquella que durante su producción contamina menos en comparación con otras, como la energía proveniente de fuentes fósiles. Existen tipos de energía que son renovables porque provienen de un recurso inagotable y a la vez son limpias porque contaminan mínimamente el medio ambiente, pero no necesariamente todas las energías que son limpias provienen de fuentes renovables.
¡Ojo! Durante la reforma energética de 2013 (en la administración de Enrique Peña Nieto),en México se construyó un concepto de “energía limpia” que ha permitido al gobierno hacer trampa para simular que cumple con los acuerdos internacionales. Desde entonces, nuestro país considera como energías limpias aquellas que, durante su producción, no generan emisiones contaminantes, no importa si éstas generan otros daños al medio ambiente a través de sus residuos.
Por eso, en nuestro país se consideran por igual energías limpias a las renovables –solar, eólica, mareomotriz, de biomasa, geotérmica y de pequeñas hidroeléctricas- y a la nuclear, la hidroeléctrica a gran escala (que requiere para su instalación grandes extensiones de tierra), la térmica con procesos de secuestro y captura de carbono, y tecnologías de ciclo combinado de alta eficiencia.
En otras palabras, la Secretaría de Energía y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales consideran como energía limpia a cualquiera que tenga una tasa de emisiones no mayor a 100 kg/MWh, sin importar lo demás.
¿Cuál es la trampa?
Al unir en el mismo concepto de “energía limpia” a las renovables, la hidroeléctrica a gran escala y la energía nuclear, México de pronto pasó de generar solo el 3.9% de su energía eléctrica con fuentes renovables en el 2008 a generar 18.9% en el 2012 (10.7% de mega-hidro, más 4% de nuclear, más 3.9% de renovable, principalmente eólica). Parte de esta simulación es que México es el único país que no tiene metas para la generación de “energía renovable”, sólo para “energía limpia”.
Así, durante el debate de la reforma energética y sus leyes secundarias de 2013, el país se posicionó más cerca del 35% de energía limpia que debe generar para 2024, lo que es un compromiso internacional pactado en los Acuerdos de París y establecido en la Ley General de Cambio Climático y retomado después por la Ley de Transición Energética.
México aún no llega a esta meta, pero se ha ido acercando no por hacer crecer las energías renovables sino por haber cambiado la definición de un concepto. De hecho, México es el segundo país latinoamericano con menor proporción de renovables en la matriz eléctrica, solo después de Barbados, de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
¿Qué sería lo adecuado?
Que México cumpla sus compromisos con el medio ambiente y genere energía que provenga de fuentes renovables y, al mismo tiempo, no generen contaminación ni con sus gases, sus residuos o sus procesos de generación, respetando siempre los derechos humanos y los ecosistemas. ¡Firma la petición!
Lo más importante en el debate actual sobre la energía renovable es que, frente a tantos años de simulación por parte de las administraciones pasadas, es urgente que el gobierno federal no priorice combustibles fósiles altamente contaminantes como el combustóleo, el carbón y el gas natural para producir la energía que necesitamos. Su obligación es generar más fuentes renovables, que son más baratas y ayudan a combatir el cambio climático. Necesitamos asegurar una transición energética justa con respeto a los derechos humanos, las comunidades y los ecosistemas.