
Desde hace varias décadas, el reciclaje ocupa un lugar destacado en la agenda ambiental. Sin embargo, pese a su popularidad y a los esfuerzos por promoverlo, aún es necesario insistir en su implementación en más ciudades, su adopción en más hogares y empresas, y en el aprovechamiento pleno de su potencial. Esto cobra especial relevancia cada 17 de mayo, cuando se celebra el Día Mundial del Reciclaje.
En este contexto, vale la pena recordar por qué sigue siendo una herramienta clave para combatir la contaminación y reducir la presión que la sociedad de consumo ejerce sobre los recursos naturales.
Residuos y reciclaje, dos caras de la misma moneda
Si hablamos de reciclaje, primero debemos entender que el nivel de residuos que derivan de las actividades humanas, y la forma de gestionarlos -que suele ser deficiente-, son las dos patas de un serio problema para la salud de las personas y del ambiente.


La mayoría de los productos que circulan por góndolas y comercios parecieran estar diseñados sin considerar qué pasa con ellos al final de su ciclo de vida. De esta manera, tarde o temprano, terminan convirtiéndose en un descarte potencialmente contaminante así sea un ticket, algún envoltorio o envase, la bolsa en la que se lleva la compra, etc.


Wikipedia define como residuo a “cualquier material que su productor o dueño considera que no tienen valor suficiente para retenerlo”. Esto significa que se desecha aunque aún podría seguir siendo útil para otro uso o usuario, sólo que quien lo tiene no lo considera así. Por otro lado, se diferencia de la basura, que “son desechos que no pueden ser reutilizados o reciclados”.
Todas las personas generamos residuos…
De ambos residuos (sean aprovechables o no), en Argentina, cada habitante genera al día 1,15 kg per cápita, según datos oficiales.


En Chile, se estima que son 1,27 kilos diarios. A nivel nacional esto representa un total de 19,6 millones de toneladas de residuos, de lo que se recicla casi un 21%, según el Ministerio de Ambiente.
El promedio de generación de residuos sólidos en un hogar colombiano es de promedio 1 kg por día por persona, cifra que está aumentando desde 2015, de manera constante.

A esta fracción domiciliaria, hay que añadir todos los desechos que se generan a nivel comercial, asistencial, sanitario, industrial o institucional. De esta manera, el panorama de la basura -aquel que es la contracara obligada del consumo- comienza a completarse.
Ahora bien, ¿qué ocurre con esta cantidad impresionante de residuos? En el mejor de los casos, los municipios cuentan con una gestión adecuada de recolección y disposición final en vertederos, que evita que la basura quede desperdigada en terrenos y ríos -o incluso en las calles-, donde se desintegran durante años, contaminando las napas, los suelos y el aire.
En escenarios ideales, los gobiernos locales suman también la implementación de un sistema de separación diferenciada en hogares que permite recolectar y llevar a reciclaje materiales como el plástico, el vidrio, el cartón e incluso textiles, aparatos electrónicos y eléctricos y orgánicos. Esto no sólo reduce la cantidad de residuos que llegan a los vertederos sino que reintroduce materias primas al sistema productivo, evitando que se extraigan de la naturaleza.
Lejos de lo deseable, los hechos demuestran que en 2025 la basura sigue siendo un tema pendiente en gran parte de las ciudades del planeta. A raíz de esto, “La mala gestión de los desechos está dañando la salud humana y el medio ambiente local, además de agravar el desafío climático”, dice Laura Tuck, vicepresidenta de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial. “Lamentablemente, son a menudo los más pobres de la sociedad quienes se ven más afectados por una gestión inadecuada de los residuos. No tiene por qué ser así. Nuestros recursos deben ser utilizados y luego reutilizados de forma continua, para que no terminen en vertederos.”
De esta manera, se entiende mejor por qué si no se toman medidas urgentes, la cantidad de residuos globales aumentará un 70% sobre los niveles actuales para el año 2050, tal cual alerta el Banco Mundial en su informe Qué desperdicio 2.0.
La rápida urbanización y el crecimiento de las poblaciones son los motivos detrás de esta tendencia, que se espera que lleve la generación mundial anual de desechos de 2.01 mil millones de toneladas en 2016 a 3.4 mil millones de toneladas en los próximos 30 años, según el informe.
El reciclaje, un compromiso que debe asumir toda la sociedad


En este contexto, queda aún más claro por qué el reciclaje continúa siendo una herramienta central para combatir la contaminación. Cuando los residuos son bien gestionados, miles de toneladas de materiales reciclables dejan de estar en un vertedero -donde se mezclan con la basura y produciendo dióxido de carbono al descomponerse- y se convierten en recursos que vuelven al sistema productivo. Visto así, se entiende que el manejo de residuos sólidos urbanos es clave para tener ciudades y comunidades más sustentables, saludables e inclusivas.
Además del reciclaje, las personas consumidoras tienen a mano otra herramienta para reducir los residuos: el consumo responsable. Esto implica reflexionar antes de comprar, evitando el consumo compulsivo y priorizando productos duraderos, reutilizables, con bajo impacto ambiental, fabricados bajo normas sustentables y procesos éticos con el planeta y los trabajadores (si es posible, que sea todo lo precedente).


Esta visión ante los hábitos de compra también contribuye directamente al ahorro económico, ya que se evita el gasto innecesario en bienes desechables o poco sostenibles. Así, se logra generar menos residuos, menos contaminación y se cuidan los recursos naturales, generando un ciclo más equilibrado para todos.
En definitiva, y después de tanto que se ha dicho sobre el reciclaje, no se trata de desestimarlo por sus limitaciones ni de idealizarlo como la solución final al problema de la basura. Es, en todo caso, tiempo de valorarlo como un instrumento indispensable en el armado de la economía circular virtuosa que necesitamos para salir de la encrucijada ambiental en la que nos metió el sistema de comprar-usar-tirar.
Desde esa base, seguiremos exigiendo que las empresas se comprometan, desde el diseño mismo, a crear bienes que duren en el tiempo y que puedan repararse cuando fallen; y que los gobiernos brinden una gestión de residuos eficiente que garantice una segunda vida a los materiales que aún tienen potencial, al mismo tiempo que de trabajo digno a quienes trabajan en esa industria.
