El Esperanza en las aguas de la Guayana Francesa.

Durante más de 20 años, nuestro barco Esperanza iluminó la oscuridad en la lucha por defender el medio ambiente. Sus viajes ahora han llegado a su fin, dejando un orgulloso legado de inspiración y protección ambiental.

En el transcurso de dos décadas, la tripulación del Esperanza se enfrentó a la pesca pirata y a los arpones balleneros; desde las regiones polares hasta África Occidental. También se asoció con científicos y periodistas para revelar actividades ilegales y realizar estudios innovadores. Luchó en nombre de las personas y el planeta contra aquellos que están dispuestos a destruir por su propio beneficio y poder.

El ‘Espy’, como se le conoce cariñosamente dentro de Greenpeace, llevó a nuestros activistas a partes del mundo que son inaccesibles para la mayoría. En general, es en estas áreas más remotas donde ocurren los peores crímenes ambientales y humanitarios. El Esperanza llevó apoyo y ayuda a los necesitados tras el terremoto de Haití en 2010 y el tifón Bopha en 2012, que devastó grandes extensiones de Filipinas.

Como el barco más rápido de nuestra flota, el Esperanza se usaba a menudo para perseguir embarcaciones de alta velocidad y enfrentarse a delincuentes medioambientales que pocos podían atrapar; incluso llevó estas peleas a las heladas aguas de la Antártica en numerosas expediciones polares.

El Esperanza en el hielo marino del Ártico alrededor de Svalbard durante el viaje de polo a polo de Greenpeace 2019-2020. © Will Rose / Greenpeace

Fue y siempre será un símbolo de esperanza, nacido del apoyo de millones de personas en todo el mundo y puesto en acción por quienes arriesgaron su seguridad y sus vidas para enfrentarse a adversidades imposibles por la protección de nuestro medio ambiente.

Ahora, el Esperanza ha llegado a su última escala en el puerto de Gijón, España, y en las próximas semanas se retirará definitivamente.

A medida que cambia el mundo, también debemos modificar nuestras operaciones marítimas. El Esperanza, incluso con su propulsión eléctrica, tenía una huella de carbono mucho mayor que otros barcos de la organización. Y a pesar de los esfuerzos constantes de la tripulación, los técnicos, los voluntarios y de personas que nos apoyan para perfeccionar y mejorar las características técnicas de la nave, su biología fundamental no le permitía ser coherente con nuestra visión de un futuro sin emisiones de carbono.

La tripulación del Esperanza lanzó desde sus cubiertas aviones, helicópteros y submarinos que funcionan con energía solar. También le dio al barco muchas renovaciones ecológicas desde el inicio del servicio y a lo largo de su vida, en medio de una emergencia climática con delitos ambientales que aún se cometen por todas partes.

Necesitamos liderar el camino en cuanto a emisiones de carbono en el mundo y, al mismo tiempo, encontrar recursos marítimos locales más flexibles que nos permitan llevar la lucha a lugares remotos a los que pocos pueden ir.

La tripulación del Esperanza se prepara para un vuelo de búsqueda sobre el Océano Índico en 2016 durante una expedición que utilizó vigilancia aérea y submarina con energía solar para localizar operaciones de pesca destructivas. © Will Rose / Greenpeace

Aunque el Esperanza se irá con los más altos estándares ambientales, su espíritu y la esperanza que representa vivirán en la lucha continua para proteger nuestra frágil Tierra.

La esperanza flota

Antes de unirse a nuestra flota en el 2000, el barco se conocía como “Echo Fighter”. Había comenzado su vida como un buque de extinción de incendios ruso.

Las primeras tripulaciones de Greenpeace a bordo taparon la ‘h’ para deletrear
“Eco Fighter“, pero cuando la organización comenzó un reacondicionamiento ecológico de la embarcación se convocó una votación en línea para elegir un nombre permanente.

Miles de activistas en Argentina y otros países hispanos vieron una oportunidad histórica: el primer barco de Greenpeace con nombre en español. Uniendo su entusiasmo por la acción en el mar y el activismo digital emergente de la época, inundaron la votación con un nombre: Esperanza.

Durante más de dos décadas, la historia del Esperanza ha sido la suma de las acciones de su equipo talentoso y dedicado, las y los valientes activistas y voluntarios que lo llamaron hogar, los grupos que ayudaron a llevar esperanza en acción a través de campañas, y las personas que permitieron traer el Esperanza a nuestra flota, le dieron nombre al barco y lo apoyaron en cada tramo de su viaje.

Los miembros de la tripulación yacen en la cubierta del Esperanza para formar la palabra Thanks (gracias) en 2016. © Will Rose / Greenpeace

El Esperanza tiene cientos de miles, o tal vez millones de personas a las que agradecer. Quizás sea apropiado que el destino final de la nave sea un país de habla hispana: el idioma de nacimiento de su nombre.

A aquellas personas y a ti, que llevaste la luz de la esperanza en tu corazón, les decimos “gracias”. Si bien no conocemos con certeza todos los lugares en los que se necesitará luz en el futuro, sabemos que nunca se extinguirá y la llevaremos a donde sea necesario, juntas y juntos.

El Esperanza frente a la costa de Groenlandia en 2011 durante una campaña para evitar la perforación petrolera en aguas profundas en el Ártico por parte de la plataforma Leiv Eriksson. © Jiri Rezac / Greenpeace

A menudo se dice que un barco es mucho más que la construcción física: comprende el corazón y el alma de las personas que lo hacen funcionar. Como dijo el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry: “Si quieres construir un barco, no reúnas a la gente para recoger leña o asignar tareas y trabajos, sino enséñales a añorar la inmensidad infinita del mar”.



¿Quieres saber más sobre el Esperanza?

Mira el corto documental realizado por el productor y director Álvaro Longoria.