Con el Black Friday y el Día sin IVA a la vuelta de la esquina, a las grandes marcas se les hace agua la boca, intentando lavarnos el cerebro para que tomemos decisiones de compra que solo van a satisfacer su hambre de ganancias, incluso sabiendo el riesgo que estas decisiones implican para la salud de nuestro planeta y nuestras mentes.
En esta época del año el consumismo se convierte en una fiesta tradicional en todo el mundo y las grandes marcas aguardan ese click en nuestro mouse donde pensamos que estamos tomando una decisión inteligente solo porque el precio es bajo, olvidando que en cada descuento, ponemos a nuestro planeta un precio más bajo.
El Black Friday representa el pico de consumo de la sociedad consumista en la que vivimos. Un sistema que se potencia en las ciudades, porque hoy en día el 55% de la población mundial vive en zonas urbanas y se espera que esta cifra aumente al 70% en 2050; el consumo en las ciudades (directa e indirectamente) causa el 70% de todas las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En Bogotá, las compras durante el Black Friday de 2019 -última medición antes de la pandemia-. fueron responsables del 3.6% de las emisiones anuales. La huella de carbono generada en la ciudad por ese evento puede compararse al carbono almacenado en 64 hectáreas de bosque tropical, sólo por las compras en esa ocasión.
Ahora bien, aunque conocemos las intenciones del marketing, y no somos ingenuos frente a las estrategias comerciales de las grandes cadenas, ya sea en los centros comerciales o en las webs más conocidas como Amazon o E-Bay, muchas personas se sienten seducidas por la idea de que comprar un producto podría hacerlas más felices o darles una vida mejor.
Y no solo la gente se deja convencer por el Black Friday; los gobiernos sostienen la idea del consumismo como solución a la crisis económica en tiempos post Covid-19.
El año pasado se incrementó el comercio electrónico y a nivel mundial, los sitios web minoristas generaron casi 22 mil millones de visitas en junio de 2020, frente a los 16 mil millones de visitas globales en enero de 2020. En sólo un año, Amazon generó 200 mil toneladas de residuos de envases de plástico. Esto se compone de las almohadillas de aire, el plástico de burbujas y otros artículos de empaque de plástico.
A medida que las ciudades sigan creciendo, también crecerán esas cifras. Para Greenpeace esto significa que las ciudades y sus ciudadanos deben estar a la vanguardia de los esfuerzos para enfrentar la emergencia climática y la crisis económica que vive el mundo y para lograrlo, debemos hacer un cambio en nuestros hábitos de consumo. Podemos reinventar la forma en que compramos y consumimos. Pensemos que para producir unos jeans, se requieren 7500 litros de agua, el equivalente a la cantidad promedio que una persona bebe en siete años. Por esto, cada compra requiere una reflexión.
Necesitamos responsabilizar a los alcaldes y asegurarnos de que los gobiernos municipales desempeñen su papel. El mundo, ahora más que nunca, necesita una visión audaz que respaldada por la acción: prohibir materiales de un solo uso (de cualquier tipo, plásticos, papel, etc.) e impulsar la reutilización; prohibir la publicidad comercial en ciudades, como lo hicieron Ámsterdam, Londres y Grenoble, son buenos ejemplos de iniciativas para reducir el consumo, así como la planificación de “distritos de fabricantes” y “cafés de reparación” en las ciudades, en lugar de nuevos centros comerciales, que inviten a los ciudadanos a reducir y reutilizar antes de comprar algo nuevo.
Entonces, antes de hacer click, analicemos la compra. Recordemos que los envíos rápidos, la gran cantidad de embalajes y el transporte de mercancías altamente contaminantes hacen que el sector del comercio electrónico sea un gran emisor de carbono. La producción y fabricación de bienes y servicios y su distribución requiere la extracción de recursos naturales y libera gases de efecto invernadero a la atmósfera. Cuando los productos llegan a las tiendas y supermercados, ya tienen una gran huella ambiental, que podemos ayudar a abordar consumiendo menos y mejor.
Los grandes nombres del comercio electrónico deben cambiar, promover productos locales y sostenibles y adoptar nuevas políticas de envío, distribución y embalaje. Las ciudades deben trabajar para reducir la cantidad que consumimos colectivamente; promoviendo la reutilización, la reparación y el intercambio. Si avanzamos en esta dirección, lograremos reducir la presión sobre las materias primas y disminuir la cantidad de desechos.
Hagamos compras inteligentes, compras pensando en el planeta. Si no lo necesitas, simplemente, no lo compres.