Celebramos 50 años gracias al poder de la gente

“¡Qué sea una paz verde!” (Make it a green peace) dijo alguien por primera vez en 1970 en la ciudad de Vancouver, Canadá. Esa expresión fue una humilde réplica al saludo hippie de la época “¡Paz!”.

Esta nueva frase marcó el cierre de la reunión del Comité Don’t Make a Wave (No hagas una ola), una organización formada por un grupo de activistas antinucleares: Irving y Dorothy Stowe, Marie y Jim Bohlen, Ben y Dorothy Metcalfe, Bob y Zoe Hunter, y Paul Cote.

Allí decidieron que irían en barco hacia la isla Amchitka, al sudoeste de Alaska, para hacer frente a las pruebas de armas nucleares que planeaba realizar Estados Unidos. El problema era que no tenían una embarcación, el dinero para comprarla ni las habilidades para manejarla.

¿Qué hicieron entonces? Organizaron un concierto benéfico el 16 de octubre de 1970 en el estadio Pacific Coliseum de Vancouver para poder financiar el primer proyecto de Greenpeace. Participaron Joni Mitchell, James Taylor y Phil Ochs, entre otros artistas.

De esta manera, el grupo que formaba el comité pudo alquilar el ¨Phyllis Cormack¨, el pequeño barco pesquero del capitán John Cormack. El 15 de septiembre de 1971 la tripulación partió desde Vancouver hacia la isla de Amchitka con la bandera de Greenpeace en el puente de la embarcación.

El grupo estaba decidido a “enfrentar la bomba”, pero sus miembros todavía no sabían si tendrían los fondos o las habilidades necesarias.

La Guardia Costera de los Estados Unidos los interceptó en su camino y nunca pudieron arribar a Amchitka. El viaje fue declarado infructuoso, pero cuando regresaron a casa cientos de personas les dieron la bienvenida en el puerto de Vancouver.

La “paz verde” no llegó y el 6 de noviembre de 1971 explotó una bomba atómica subterránea en la isla. Abrió fisuras en el territorio y envió radiación mortal hacia el medio ambiente.

Sin embargo, la primera de muchas “bombas mentales” –una idea tan poderosa que puede hacer que las personas cambien de mentalidad– había estallado en la conciencia colectiva. El coraje y la poderosa historia de la tripulación encendieron una oposición masiva a futuras pruebas nucleares.

Finalmente, la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos declaró a regañadientes que abandonaría el sitio de Amchitka “por razones políticas y de otro tipo”. ¡Una victoria impresionante por atreverse a preocuparse y preocuparse por atreverse!

50 años de cambio

Esa fusión inicial de paz y ecología “Greenpeace”, tuvo una resonancia que creció hasta abarcar innumerables campañas por un futuro más seguro y más justo.

Las organizaciones de Greenpeace ahora están presentes en 57 países con miles de voluntarios y millones de personas que nos apoyan.

Estamos unidos por una misión y valores en común con el fin de garantizar la capacidad de la Tierra para nutrir la vida en toda su diversidad. Asumimos la responsabilidad personal y actuamos pacíficamente.

Somos independientes de quienes buscamos cambiar, no recibimos dinero de gobiernos, empresas ni partidos políticos.

Buscamos promover soluciones a los problemas a los que nos oponemos y exponemos.

Durante 50 años, en todos los continentes y océanos, juntos le dijimos la verdad al poder. Dimos testimonio, detuvimos, bloqueamos y pusimos nuestros cuerpos para evitar la destrucción del medio ambiente.

Investigamos y documentamos la contaminación. Realizamos estudios científicos, litigamos y presionamos. Lo intentamos, fracasamos y volvemos a intentarlo. ¡También lo logramos!

Al conmemorar los 50 años desde que el barco de Greenpeace zarpó, somos conscientes de la tormenta que se avecina provocada por la desigualdad, la codicia, la corrupción, la destrucción acelerada del hábitat y la profundización de la emergencia climática.

Miramos al pasado en busca de aprendizajes sobre cómo afrontar el futuro. Celebramos la pasión y el compromiso de todas las personas que hacen posible Greenpeace.

“Es asombroso lo que algunas personas sentadas alrededor de una mesa pueden lograr”
– Dorothy Stowe, cofundadora de Greenpeace.

Hoy, ante una pandemia, recordamos que “nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo”.

Si pensamos en la fusión de la ecología y la paz, tenemos que comprender que somos parte de la naturaleza y no estamos separados de ella. Debemos actuar sabiendo que “ninguna especie está segura hasta que todas las especies lo estén”. No solo corresponde vivir dentro de los límites planetarios, sino que hay que asegurar que toda la vida pueda prosperar.

Juntos seguimos luchando porque nos importa.

Seguimos luchando porque sabemos en nuestro corazón, sueños e imaginación que un mundo mejor es posible.

Seguimos luchando porque sabemos que las soluciones a los problemas que enfrenta el mundo están al alcance de la mano y en nuestras manos. Sabemos que están en viejas historias, en la sabiduría ancestral, y en las comunidades indígenas. Están en las nuevas tecnologías y comunidades urbanas creativas.

Sabemos que en el desconcierto actual la esperanza puede verse a veces como un acto de valentía, pero también entendemos que en tiempos de disrupción, las ideas que antes parecían imposibles de repente se vuelven posibles.

Te invitamos a actuar para poder hacer nuestra parte en la creación de un futuro más seguro y justo para toda la vida en nuestro hermoso planeta.