La vida en nuestros océanos está amenazada por muchos factores, uno de los más significativos es la pesca industrial, que cae en prácticas de sobrepesca, contamina el agua y acaba con las especies, por ejemplo, mediante la captura incidental de especies amenazadas, como tiburones y mantarrayas.
La pesca industrial daña importantes ecosistemas marinos y amenaza la soberanía alimentaria de las poblaciones costeras. Te explicamos por qué.
A diferencia de la pesca local o artesanal, la pesca industrial utiliza alta tecnología y barcos de gran capacidad para conseguir un gran número de capturas marinas, esto con el fin de obtener ganancias económicas millonarias y ser rentable para las corporaciones que invierten en ella.
Más del 55% de la superficie oceánica está cubierta por la pesca industrial. Eso es más que cuatro veces el área cubierta por la agricultura; China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur representaban el 85% de la pesca en alta mar, de acuerdo con una investigación difundida por National Geographic y la revista Science, en 2018.
Sin una regulación que les frene, la industria pesquera ha caído en sobrepesca y prácticas pesqueras destructivas que están acabando con los océanos. De acuerdo con información recopilada por Greenpeace para el informe “La crisis climática y la necesidad urgente de protección de los océanos”, en 2015 se estimaba que 33% de las poblaciones de peces ya estaba siendo sobreexplotado hasta niveles insostenibles y un 60% había alcanzado su límite de explotación. Solo un 7% podría considerarse “infraexplotado”. Entre las especies amenazadas estaban el 33% de los arrecifes de coral y más de un tercio de todos los mamíferos marinos.
De acuerdo con ese reporte, dos tercios de los ecosistemas marinos ya se han visto afectados por el cambio climático y la sobrepesca. Por ejemplo, las extensiones de praderas submarinas, como la Posidonia del Mediterráneo, han ido menguando a un ritmo de más de un 10% cada década entre 1970 y 2000.
Al afectar la vida marina no sólo se acaba con la biodiversidad del mar, sino que se daña la economía de cientos de poblados costeros cuya soberanía alimentaria, fuente de ingresos y calidad de vida, está en riesgo.
Por ejemplo, los manglares suelen ser denominados “ecosistemas de captura de carbono”, ya que, según el reporte de Greenpeace, cada hectárea es capaz de almacenar carbono hasta 50 veces más rápido que la misma superficie de selva tropical. Los manglares también protegen a las comunidades costeras del aumento del nivel del mar y de las tormentas, sin embargo, en los últimos 50 años, las áreas de manglares se han reducido entre el 30% y el 50%. La vida de hasta 300 millones de personas podría verse amenazada si la crisis de los océanos continúa a este ritmo.
Un informe más reciente de Greenpeace, publicado en abril de 2021, señala que en todos los océanos del mundo, las poblaciones de peces han sido diezmadas por la pesca industrial y los hábitats marinos se están recuperando de los impactos acumulativos de la sobreexplotación y el colapso climático. El Océano Índico es el frente de estas crisis, ya que la emergencia climática está transformando la región, multiplicando las presiones ya ejercidas sobre la vida silvestre y las comunidades locales por los barcos pesqueros industriales que saquean alta mar. Se estima que alrededor de un tercio de las poblaciones de peces evaluadas en el Océano Índico están sobreexplotadas.
¿Quién protege los océanos?
Dado que las aguas de alta mar no pertenecen a ningún país en específico, los gobiernos de todos los países deben organizarse para garantizar su protección y evitar prácticas de sobrepesca que acaben con el planeta.
Pese a esta obligación, sólo 1% de los océanos del mundo está debidamente protegido, mientras que el 93% de las poblaciones de peces sufren sobrepesca o están al borde de la misma, de acuerdo con el Informe Planeta Protegido 2020 del Programa Mundial para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada es responsable de la pérdida de 11 a 26 millones de toneladas anuales de pescado, lo que equivale a un valor económico estimado de 10 a 23 miles de millones de dólares.
Por ello, Greenpeace le apuesta a que los gobiernos determinen la protección del 30% de los océanos para 2030 a través de una red de santuarios oceánicos. Necesitamos un nuevo Tratado Global de los Océanos que permita a los gobiernos crear santuarios marinos en los océanos globales para dar a las criaturas marinas la oportunidad de recuperarse, libres de las presiones de la minería, la contaminación y la pesca destructiva.