Una de las campañas que más caracteriza el trabajo de Greenpeace a favor del medio ambiente alrededor del mundo es la protección de los océanos, en especial de las ballenas. A días de haber cumplido medio siglo, te relatamos los inicios de esta importante travesía:

Todo empezó en 1975, cuando la embarcación “Phyllis Cormack”, que llevaba a los primeros tripulantes de Greenpeace, se enfrentó con un barco soviético de cazadores de ballenas, a 60 millas de la costa de Eureka, en Estados Unidos. Tras este enfrentamiento, en el que activistas arriesgaron su vida, Greenpeace lanzó una campaña para salvar a las ballenas. 

Los enfrentamientos de Greenpeace con barcos balleneros de diferentes países continuaron durante varios años más, durante los cuales el “Rainbow Warrior” fue arrestado por la armada de España cuando evitaba que barcos balleneros españoles persiguieran ballenas, y un activista de Greenpeace se trepó a un barco ballenero japonés y se encadenó al arpón obligando a la nave a regresar a puerto durante la temporada alta de caza de ballenas. 

En 1981, Greenpeace celebró su primera victoria legal en la protección de los océanos, cuando la Comisión Ballenera Internacional (CBI) decretó una moratoria sobre la cacería de cachalotes. Los logros de este tipo continuaron en otros países, sin embargo, al mismo tiempo  siguieron los enfrentamientos y la criminalización contra las y los activistas. 

En 1985, un barco de Greenpeace llamado “Sirius” llegó a Inglaterra para entregar 1 millón de firmas a los delegados de la Comisión Ballenera Internacional para solicitar el fin de la caza de ballenas. La presión internacional de Greenpeace fue cobrando relevancia, y en 1989, Islandia decidió detener su programa ballenero.

En 1993, Greenpeace entregó 2 millones de firmas al gobierno de los Estados Unidos para solicitar la creación de un santuario ballenero en las aguas que rodean la Antártica, lo que sucedió un año después, durante la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional en Puerto Vallarta,  México, cuando se creó el Santuario Austral que rodea a la Antártica.

Cuatro años después, en 1997, Japón y Noruega propusieron ante la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres la desprotección de las ballenas gris, minke y bryde. El trabajo político de Greenpeace, junto con otras organizaciones, consiguió que la propuesta fuera rechazada, no obstante, Japón y otros países siguen haciendo mucha presión para revertir esto.

Pese a ello, la campaña de Greenpeace sigue teniendo impacto para denunciar las acciones corruptas de los gobiernos en estos acuerdos internacionales y para impulsar transformaciones en otros países, como lograr que Argentina se una a Brasil en el impulso de la propuesta de creación del Santuario del Atlántico Sur. Así, Latinoamérica comenzó una campaña para neutralizar los votos que Japón reclutó de países de la región.  

En 2016, y luego de años de resistencia por parte de Japón, la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional volvió a debatir la creación de un santuario en el Atlántico Sur (más de 20 millones de kilómetros cuadrados). A pesar de que la mayoría de los países que asistieron a la convención estuvieron a favor, no se obtuvieron las tres cuartas partes de los votos requeridos para su aprobación. 

Dos años después, la CBI bloqueó el regreso a la caza comercial propuesto por Japón. Esto provocó que el país se retirara del organismo por decisión propia. A partir de esta resolución surgió la oportunidad de crear nuevos santuarios balleneros en el hemisferio sur.

En 2018, gracias a la investigación científica que produjo Greenpeace durante todos estos años a través de la utilización de submarinos en la Antártida, se identificaron cuatro sitios como “ecosistemas marinos vulnerables” por albergar organismos “raros” o desconocidos y ser aguas aún no exploradas que podrían estar en riesgo por la sobrepesca. Actualmente, y luego de años de campaña de Greenpeace, los Gobiernos empiezan a trabajar en un Tratado Global de los Océanos, que –de hacerlo bien– podría crear una red de santuarios marinos para que 30% de los océanos del mundo sean protegidos antes del 2030.

¡Logremos que así sea! Firma: