Argentina empieza un verano en rojo y sólo empeorará si no dejamos de deforestar y quemar combustibles fósiles.
La crisis climática ya es una realidad en Argentina y la sequía es uno de sus impactos más palpable. Junto al fenómeno de La Niña aumentan las condiciones para que sucedan eventos climáticos cada vez más graves.
En Argentina, según fuentes oficiales, las tierras secas ocupan el 70 % del territorio nacional y se ven afectadas por la industria agropecuaria, la deforestación y el uso inadecuado de los recursos hídricos.
¿Qué está pasando ahora?
El Servicio Meteorológico Nacional anunció que durante este 2023 comienza con un periodo de temperaturas muy extremas en todo el país. Estas olas de calor se han vuelto más frecuentes y severas en la última década.
También, analizó qué se viene en el futuro cercano: si las temperaturas globales siguen aumentando, estos eventos serán más frecuentes e intensos.
Según un análisis de atribución realizado por World Weather Attribution (WWA), el cambio climático causado por la acción humana hizo que la ola de calor récord en el norte de Argentina a principios de diciembre fuera aproximadamente 60 veces más probable y 1,4 grados más caliente.
Los primeros días de diciembre dejaron temperaturas que superaron los 40 °C en 24 estaciones meteorológicas, cuatro de ellas por encima de 45 °C. Nueve localidades del norte de Argentina registraron su temperatura máxima más alta de diciembre.
Se determinó que ahora se puede esperar un evento similar aproximadamente una vez cada 20 años, con un 5 % de posibilidades de ocurrir cada año, pero que sin los efectos de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, habría sido un evento extremadamente inusual.
¿Cómo se evidencia la sequía y el calor extremo?
Arden nuestros humedales, atravesamos incendios forestales en diversas regiones del país, como resultado de la práctica para el cambio de uso del suelo a escala industrial sostenidos por las olas de calor.
2021 fue el año más caliente y seco en Argentina desde 1961: cuatro olas de calor afectaron al centro y sur de Argentina, y produjeron récords históricos de temperaturas máximas
Estas temperaturas alimentaron grandes incendios en la Patagonia ampliando en duración y extensión por el cambio en el uso del suelo. Allí los focos se iniciaron por tormenta eléctrica, más un combo de sequía, altas temperaturas, terreno con pendientes, vientos, material combustible y la recurrencia de la Niña -la segunda en dos años- un círculo sin fin predecible. Además, la lamentable falta de recursos económicos y humanos para el efectivo combate al fuego, hicieron que fuera muy complejo y más difícil poder frenar el avance del fuego.
Se agravó la sequía en toda la cordillera central y parte de Cuyo, debido a la falta de nevadas importantes durante el invierno. La falta de lluvias y condiciones de sequía extrema continuaron en el norte del Litoral y la cuenca del río Paraná en Santa Fé, luego de un 2020 extremadamente seco. El río experimentó una bajante histórica sin precedentes desde 1944.
Más inundaciones, más sequías, menos nieve y más calor se esperan para los próximos años si no se toman acciones urgentes. Cada ecosistema destruido redunda en menor capacidad de adaptación al cambio climático en la región dónde ocurre la destrucción.
¿Cómo afecta la sequía?
La sequía es una de las situaciones medioambientales con más consecuencias palpables para la humanidad. De hecho, se estima que la degradación de los suelos, la falta de agua y el avance de la desertificación generará más muertes y desplazamientos forzados que cualquier otro tipo de desastre natural.
De acuerdo a distintas estimaciones, para el 2045 se cree que unas 135 millones de personas habrán debido desplazarse desde donde viven a consecuencia de esta nueva realidad medioambiental marcada por la desertificación.
En general, las diferentes actividades relacionadas con el uso intensivo del suelo representan casi el 25% de las emisiones globales de CO2, por lo que las medidas de mitigación y de recuperación de extensas zonas resulta clave en el combate contra el cambio climático. De hecho, se estima que la restauración de suelos actualmente degradados puede significar la absorción y almacenaje de hasta 3.000 millones de toneladas de carbono por año.
Se estima también que para el 2025 1.800 millones de personas en el mundo enfrentará una situación de escasez absoluta de agua, mientras que unos dos tercios de la población del planeta no dispondrán de suficientes recursos hídricos.
¿Qué se puede hacer?
A menos que se reduzcan las emisiones de carbono, el cambio climático continuará favoreciendo la ocurrencia de temperaturas récord a fines de la primavera y principios del verano, en una época del año en que las personas no están preparadas para lidiar con el calor extremo.
¿Qué es lo que debe suceder para que este escenario no empeore?
Mitigar el cambio climático frenando los desmontes:
Si bien desde el año 2014 se evidencia una interesante disminución de los desmontes, la mitad aún se realizan donde no está permitido. A eso se suma que, desde 2020 la gran cantidad de incendios forestales produjo un crecimiento importante de la pérdida de bosques nativos. Se estima que el 95% se producen por factores humanos (intencionalidad, accidente, negligencia); y el cambio climático y la sequía aumentan su intensidad y severidad.
Resulta evidente que las multas no son suficientes para desalentar desmontes ilegales e incendios forestales; y los responsables rara vez son obligados a reforestar. Más deforestación significa más cambio climático, más desaparición de especies, más inundaciones, más desertificación, más enfermedades, más desalojos de campesinos e indígenas, y más pérdida de alimentos, maderas y medicinas.
Destruir bosques es un crimen, por lo cual es clave que los gobiernos provinciales cumplan estrictamente la normativa y que se penalicen tanto los desmontes ilegales como los incendios forestales.
Frenar las actividades extractivas en nuestro mar:
La exploración de hidrocarburos en el Mar Argentino está avanzando. A pesar del constante rechazo de la población, el estado y las empresas pretenden avanzar con el desarrollo de la industria offshore de hidrocarburos que es sumamente incompatible con la realidad ambiental que le toca vivir a la Argentina.
Esta actividad genera emisiones fugitivas de metano durante la explotación y emisiones de dióxido de carbono, óxidos nitrosos y otros durante la combustión de los hidrocarburos producidos. Estos Gases de Efecto Invernadero afectarán al clima, contribuirían al cambio climático y lo profundizarán.
Debemos tener en cuenta que en su último reporte, el IPCC concluyó que no debe haber inversiones en combustibles fósiles en ningún lugar, y la eliminación gradual de la infraestructura existente debe alinearse con el objetivo de 1,5 ° C.
En un contexto de emergencia climática, no se deberían abrir nuevas fronteras de explotación, si no que se debería reducir drásticamente nuestra dependencia de los combustibles fósiles y hacer la transición a energías limpias.
Hoy más que nunca tenemos la necesidad de protección del Mar Argentino frente al avance de la industria petrolera, para la preservación de la biodiversidad marina -especialmente en áreas de alimentación y tránsito de especies-, y la economía de las comunidades costeras.
Contra la desertificación:
La desertificación es provocada originalmente por las transformaciones en el clima producto de la crisis climática global. Sin embargo son los malos usos que le damos al suelo, al territorio, son los que terminan por eliminar la capa de suelo que es indispensable para sostener la vida. Sin ese suelo, somos mucho más vulnerables a los propios efectos de la crisis climática, en una suerte de círculo vicioso.
La única manera de detener y combatir la desertificación es haciendo un uso sostenible de la tierra. Prácticas agrícolas que pongan el ojo en la conservación del ecosistema suelo, la protección del bosque nativo, de ecosistemas claves en la preservación de equilibrios hídricos como lagos, glaciares, campos de nieve, humedales, turberas y salares -entre otros- así como la preservación de cursos de agua o la limitación de la minería en ecosistemas frágiles son claves para limitar la pérdida del suelo y el avance del desierto
La grave crisis climática en la que nos encontramos nos obliga a actuar en consecuencia. Los compromisos de Argentina deben ser más ambiciosos y concretos para combatir fenómenos como las temperaturas extremas.
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