Una vez más tenemos novedades alarmantes sobre la presencia de microplásticos y nano plásticos en el cuerpo humano. Un nuevo estudio publicado en Nature Medicine encontró que se acumulan en el cerebro humano en porcentajes más altos de lo que lo hacen en el hígado y los riñones.

La investigación se hizo sobre muestras tomadas en 2024 a 52 hombres y mujeres y halló concentraciones de microplásticos (partículas de un tamaño menor a 5 milímetros) y nano plásticos (que miden entre 1 y 1000 nanómetros) más elevadas comparadas con las de 2016. Incluso, comprobó mayores niveles en los cerebros de personas diagnosticadas con demencia.
Vale aclarar que el estudio no establece una causalidad directa entre las partículas plásticas y esta enfermedad pero sí despierta nuevos interrogantes sobre las consecuencias de vivir expuestos a los plásticos.
La realidad es que vivimos en una sociedad en la que la producción de este material sintético supera las 300 millones de toneladas al año, cuyo uso no para de crecer y que, en consecuencia, genera enormes desperdicios que derivan, por ejemplo, en que 2.5 millones de toneladas de plástico flotan en los océanos del planeta. Es imposible no verse afectado de alguna manera por esto.
La contaminación plástica crece a ritmo exponencial
Los microplásticos y nano plásticos (MNP) pueden desprenderse de cientos de objetos, como bolsas, botellas de gaseosas o recipientes de telgopor/poliespan, etc, que se van quebrando en pedazos cada más pequeños hasta acumularse en el ambiente.



La ciencia viene estudiando sus efectos en los océanos desde la década de 1970. Los primeros hallazgos de MNP se dieron en los animales marinos. En esa etapa se comprobó que los absorben a través del agua o al comer peces contaminados. Más adelante, también se los encontró en los tejidos de otros animales como cerdos, vacas y pollos.


Pero su avance no terminó allí porque estos micro contaminantes se hallaron en el aire. En especial, en los espacios interiores donde quedan liberadas partículas de los plásticos de la ropa, los muebles y los productos del hogar que son inhaladas y viajan por nuestro cuerpo para almacenarse en distintos órganos (pulmones, placentas, vasos sanguíneos y huesos).
En conclusión, ningún ser vivo ni ecosistema de nuestro planeta ha quedado sin ser “tocado” por la marea plástica y todos, de alguna manera, pagamos con nuestra salud las consecuencias.
Es por esto que debemos seguir luchando para lograr el Tratado Mundial sobre los Plásticos, que se convierta en un instrumento internacional jurídicamente vinculante que permita abordar el ciclo de vida completo de los plásticos para romper esta dependencia excesiva que está ahogando al mundo entero.

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