Es indiscutible que el turismo es una de las actividades más dinámicas de la economía mundial. En las últimas décadas, su crecimiento fue tal que generó un boom de viajeros en distintos puntos del planeta.  

Turistas llegando con crucero a la isla Bonaire, en el Caribe de los Países Bajos.

Tras el duro golpe que significó el parate producido por la pandemia de COVID 19, los especialistas vuelven a anticipar una década de repunte para el sector. Así es que, con el turismo funcionando a toda marcha, hay ciertas problemáticas que vuelven a requerir atención. Una de ellas es, sin dudas, la del “sobre-turismo”.

Si bien el crecimiento tan marcado del número de turistas trajo beneficios (más puestos de trabajo, más inversiones, etc.) lo cierto es que también tuvo una consecuencia indeseada:  el desarrollo turístico desmesurado. Es decir, la masificación llevó a que se excediera la capacidad de carga de los lugares más populares y, por ende, repercutió en un creciente malestar en las poblaciones locales.

Sobre-turismo:¿Qué es y qué consecuencias tiene? 

El sobre-turismo ocurre cuando un atractivo turístico recibe una cantidad excesiva de visitantes. Tal sobrecarga perjudica las infraestructuras, genera daños al ambiente y dificulta la vida de quienes allí residen.

Voluntarios recogen desechos durante una campaña de limpieza de playas en la playa de Kuta, Badung, Bali, Indonesia.

Vale aclarar que no existe una medida universal para determinar cuántos son demasiados turistas para un sitio. Por el contrario, se debe calcular en función de las particularidades de cada destino en particular considerando sus características y capacidades. 

Entre los efectos negativos de recibir flujo turístico exagerado también se puede mencionar la pérdida de la identidad cultural local debido a la sobreexplotación, la congestión en los servicios básicos y la suba del costo de vida. Todos factores que terminan por tensionar la relación entre residentes y turistas.

Al mismo tiempo, el rápido crecimiento de los viajes masivos plantea amenazas reales para los tesoros naturales y culturales. Los ambientes más frágiles pueden sufrir daños irreversibles y las poblaciones locales  pueden ver su ritmo y estilo de vida alterados. 

En definitiva, el sobre-turismo no es beneficioso para nadie porque incluso los visitantes reciben una experiencia degradada.

Destinos afectados por el sobre-turismo

En 2017, los habitantes de Venecia, Ámsterdam y Barcelona fueron los primeros en darse cuenta que el nivel de turismo estaba afectando su calidad de vida. Entonces, hicieron las primeras protestas exigiendo que las autoridades tomaran medidas en el asunto. 

Bonaire tourism. © Marten  van Dijl / Greenpeace
Turistas llegando con crucero a la isla Bonaire, en el Caribe de los Países Bajos. © Marten van Dijl / Greenpeace

Al poco tiempo, los síntomas del sobre-turismo se sintieron en Dubrovnik, Croacia, donde el número de cruceros que llegaban a su puerto comenzó a traer tantas complicaciones que hubo limitar los permisos para atracar. 

Pronto, Cinque Terre, en Italia, implementó limitaciones a los excursionistas y Ámsterdam comenzó a aplicar técnicas de redistribución de turistas. 

Sin embargo, este no es un fenómeno que ocurra sólo en Europa. Por ejemplo, en Asia el crecimiento turístico alcanzó tal magnitud que los gobiernos han cerrado islas enteras para permitir su recuperación, como en la sobreexplotada Boracay (Filipinas) y la sobreexplotada Koh Tachai (Tailandia). Por su parte, las autoridades camboyanas implementaron un código de conducta para acotar los daños estructurales causados en Angkor Wat, un templo budista cuya construcción fue iniciada en el siglo XII.

Mientras que en Islandia, el gobierno creó un Fondo de Protección de Lugares Turísticos y Reikiavik prohibió la construcción de nuevos hoteles en el centro de la ciudad.

En América, Machu Picchu es el caso por excelencia de sobre-turismo. La cantidad de visitantes que la antigua ciudad inca -reconocida como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO- recibe 4.000 turistas por día. Esto representa un intenso tráfico turístico que desgasta las estructuras históricas, además de contribuir a la erosión del suelo y a la contaminación. 

¿Cómo evitar el sobre-turismo? 

Para no alimentar el sobre-turismo -y evitar los impactos indeseados que genera-, la mejor solución es poner en práctica las premisas del turismo responsable. Algunas ejemplos son:

Intentar salir de la burbuja turística y no elegir ser parte de grupos numerosos (incluyendo los tours guiados)

Siempre que puedas, no viajar en temporadas altas

Explorar: la Tierra es un gran lugar, y gran parte de ella está aún poco visitada

Evitar las horas punta al momento de visitar museos y lugares de interés 

Ahora que sabés de qué se trata, cuando planifiques tu próximo viaje, verás que encontrarás muchas formas de no caer en el sobre-turismo al poner tu sensibilidad y criterio sustentable en acción 🙂💪.

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