
Cada especie que habita nuestro planeta (sea un ave, un hongo, un microorganismo, un insecto o una planta) conforma la riqueza biológica que es fundamental para el bienestar planetario (y humano) y cumple un rol específico en su ecosistema, participando – de distintas maneras – en el ciclo de nutrientes, la purificación del agua y del aire o la regulación del clima.




A pesar de la importancia que revisten para el presente y futuro de todos, lo cierto es que la pérdida de biodiversidad se está acelerando a un ritmo sin precedentes. Las últimas estimaciones indican que la desaparición de especies es actualmente entre 10 y 100 veces superior a la que ocurriría de forma natural y, según un informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES) cerca de un millón de especies están en peligro de extinción.
Todo esto no solo amenaza recursos esenciales para la vida, sino que también compromete el equilibrio y la salud de los ecosistemas, y con ello, la de todas las formas de vida que dependemos de ellos.
Para alertar sobre este tema es que la ONU decidió celebrar cada 22 de mayo el Día Internacional de la Diversidad Biológica.
¿Qué es la biodiversidad?
Se habla mucho de biodiversidad (o diversidad biológica). Sin embargo, para muchos aún puede ser un concepto demasiado amplio y difícil de entender. Por eso, empecemos por clarificar su significado:
La biodiversidad se refiere a todo el conjunto de plantas, animales, hongos y microorganismos que nos rodea y que sostiene la vida tal cual la conocemos, en permanente relación entre sí y con el entorno que habitan.




Es importante mencionar que también incluye las diferencias genéticas entre individuos dentro de cada especie (por ejemplo, entre variedades de cultivos y razas de ganado) y la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, paisajes agrícolas) así como las interacciones que se dan entre todos los miembros que la componen.
Gracias a esta diversidad de formas de vida y sus interacciones, se mantienen procesos esenciales como la purificación del agua, la fertilidad del suelo o la polinización, que hacen posible tanto la vida silvestre como nuestras comunidades. Proteger la biodiversidad es proteger las condiciones que hacen posible la vida en la Tierra, incluida la nuestra.
¿Cuál es la relación entre biodiversidad y crisis climática?
Conservar la biodiversidad también nos protege frente a desastres naturales y frente a la crisis climática. Cuando los ecosistemas están sanos —con cuencas, suelos y océanos en equilibrio— nos ayudan a mitigar impactos, anticipar riesgos socioambientales y contribuir a regular procesos clave, como el ciclo del agua o el nivel de acidez de los océanos.
Por el contrario, cuanto más se pierde la biodiversidad y más débiles están los ecosistemas, mayor es el impacto que tienen los desastres naturales al ser menor la capacidad de mitigar sus consecuencias. De manera que la humanidad se vuelve más vulnerable a fenómenos como inundaciones, sequías, huracanes y otros eventos cada vez más frecuentes e intensos.

Un ejemplo claro ejemplo de esto es la función que cumplen los manglares -como los que hay en Brasil, México, Indonesia, etc- como barreras contra fenómenos naturales, como los tsunamis o las tormentas. Debido a su ubicación estratégica entre la costa y el mar, estos sistemas socio-ecológicos sirven como filtro a la fuerza del oleaje o de los vientos, lo que reduce su impacto y puede asegurar la integridad de la vida de las personas y la infraestructura de la que dependen para sobrellevar existencias dignas.
Al mismo tiempo, la salud humana se ve directamente afectada por la pérdida de biodiversidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la destrucción de ecosistemas, la deforestación y los cambios en el uso del suelo aumentan el contacto entre la fauna silvestre, el ganado y las personas, facilitando la propagación de enfermedades zoonóticas (transmitidas de animales a humanos). Por ello, conservar la biodiversidad no solo es esencial para el medio ambiente, sino también para prevenir futuras pandemias y proteger la salud pública .
La buena noticia es que conservar la biodiversidad no solo protege al medio ambiente, sino que también fortalece nuestra salud y bienestar, puesto que los ecosistemas diversos y equilibrados desempeñan un papel crucial en la reducción de enfermedades limitando a los patógenos, en la provisión de recursos y en la regulación hídrica y climática.


La mala noticia es que a pesar del creciente reconocimiento de que la diversidad biológica es un activo global de enorme valor para las generaciones futuras, el número de especies se está reduciendo significativamente debido a actividades humanas como la deforestación, la sobreexplotación de recursos naturales, la contaminación, la urbanización y la consecuente crisis climática.
La pérdida de biodiversidad, la tercera pata de la crisis planetaria
La pérdida de biodiversidad es tan grave que, junto con el cambio climático y la contaminación, da forma a la triple crisis planetaria que enfrentamos como humanidad y que es el gran desafío de nuestros tiempos.
Así lo definió la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC, comúnmente conocida como ONU Cambio Climático).
Se trata de tres problemáticas acuciantes que están relacionadas entre sí y que requieren de acciones urgentes para frenar su avance y asegurar un futuro sustentable.
En particular, el daño en la trama de la vida biológica es producto de la sobreexplotación de recursos, la pérdida de hábitat debido a la deforestación y la crisis climática. Y repercute no sólo en la disminución de la diversidad biológica, incluyendo animales, plantas y ecosistemas, sino que impacta directamente en la disponibilidad de alimentos y agua potable, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria y los recursos hídricos necesarios para la vida humana.

A su vez, la pérdida de especies representa una amenaza para aspectos esenciales de los ecosistemas, como la polinización, la fertilidad del suelo y la purificación del agua, lo que repercute directamente en la salud de las personas. Se desencadena así un efecto dominó, que afecta la capacidad para enfrentar desafíos ambientales futuros.
Educación Ambiental para proteger y regenerar la biodiversidad, la única solución posible

Es tiempo de comprender que la naturaleza es nuestra mayor aliada para evitar el colapso ambiental. Por eso, informar sobre este tema central e incentivar a tomar acción para conservar y recuperar los ecosistemas y cuidar la diversidad biológica de la que dependemos como humanidad, es la opción más sensible e inteligente. Sólo si se logra un compromiso real podremos restaurar el equilibrio planetario y, con ello, asegurar un futuro posible.