Cada 8 de junio se conmemora el Día Mundial de los Océanos. Ante una nueva fecha de calendario, quizás sientas que es un poco trillado volver a hablar del tema. Incluso te preguntes para qué sirve. La respuesta es clara: en esta sociedad que vivimos, cada vez más urbanizada y dependiente de lo digital, necesitamos de estas jornadas de reflexión para frenar un momento y recordar que este planeta es el único hogar que tenemos y debemos empezar a cuidarlo, de verdad.

Por eso, hoy, volvemos a hablar de los océanos para apreciar y valorar su inmensidad e importancia (cubren 70% de la superficie terrestre) y su riqueza (albergan la mayor parte de la biodiversidad). Además, y muy especialmente, queremos resaltar que gracias a ellos tenemos aire puro cada día ya que son los encargados de producir la mitad del oxígeno que respiramos y de absorber cerca del 30% del dióxido de carbono que producen las actividades humanas.
Para ser precisos, el responsable de que podamos respirar es el fitoplancton, un subgrupo de microorganismos acuáticos que vive disperso en los océanos y que, a través de la fotosíntesis, elabora materia orgánica a partir de sustancias inorgánicas. Gracias a ese trabajo se producen entre el 50 y el 85 % del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera. Y ellos no podrían existir sin los océanos.
Sin embargo, este planeta azul y todos sus habitantes están en peligro debido a la triple crisis planetaria (pérdida de biodiversidad, crisis climática y contaminación). Tanto es así que en las últimas décadas, el océano ha absorbido alrededor del 90% del calentamiento global que ha ocurrido en nuestro planeta, según datos publicados por la NASA. Así es que, con las emisiones de carbono empujando la temperatura mundial hacia arriba, las aguas de los océanos se calientan, pierden oxígeno y se vuelven más ácidas.

A esta amenaza, se suman otras como la contaminación por plásticos que crea islas de basura inmensas o microplásticos que terminan en nuestros cuerpos, la pesca de arrastre que arrasa el suelo marino sin tregua, la sobrepesca, la minería en aguas profundas etc. En definitiva, el trato que le damos a los océanos es muy cruel.
Aunque hay evidencia científica de que necesitamos un océano sano para un clima estable, lo cierto es que en la actualidad apenas el 1% de las aguas internacionales están protegidas. En este sentido, exigimos que los gobiernos se comprometan a una acción local, nacional e internacional mucho más contundente que sea implementada cuanto antes, mejor. Poniendo freno a las prácticas industriales que amenazan los ecosistemas, nuestra salud, medios de subsistencia y cultura.

La contaminación plástica, una de las más grandes amenazas
La ciencia es clara: la contaminación por plásticos está aumentando, perjudicando a los océanos, los ecosistemas y la fauna, la salud humana, las economías y el clima. Según el PNUMA, gran parte de la basura procede de los ríos del mundo, que actúan como vías directas de transporte y vertido hacia los lagos y océanos.
En nuestro país generamos anualmente alrededor de 700.500 toneladas de envases y empaques plásticos, de los cuales solo el 30% es reciclado. Esto significa que la mayoría de los plásticos de un solo uso y los microplásticos han acabado en vertederos, incineradoras, en nuestros ríos y océanos y finalmente en nuestros cuerpos.

Los hechos demuestran lo grave de la situación: en las costas del Pacífico y Caribe colombiano se han encontrado hasta 8.000 microplásticos por metro cuadrado de playa, afectando a más de 690 especies marinas, incluyendo aves y mamíferos, que sufren ingestión de plásticos o quedan atrapados en ellos.
No hay que olvidar que esos moluscos, langostas, peces y mariscos que ingieren microplásticos (deliberadamente o por error al confundirlos con alimento) son los mismos que luego se venden para consumo humano.

Además, estudios han detectado microplásticos en aguas superficiales de diversas regiones como San Andrés, Santa Marta, Cartagena y Tumaco. Estos contaminantes, además de ser tóxicos, pueden transportar organismos patógenos, invasores o parasíticos, representando riesgos para la biodiversidad y la salud humana.
Por todo esto, el océano no puede esperar y nosotros tampoco. Greenpeace, junto con millones de personas, exige el fin de la era del plástico y el inicio de un futuro limpio, justo y sostenible para todos.
Ley 2232 y el Tratado Global de Plásticos, dos herramientas claves para enfrentar la contaminación plástica
Por un lado, a nivel nacional contamos con la implementación de la Ley de Plásticos de un solo uso (número 2232), que es crucial para disminuir esta carga ambiental. Fue aprobada en 2022 y para julio de 2024 estableció la prohibición de la fabricación, importación, comercialización y uso de productos plásticos de un solo uso, entre ellos bolsas plásticas para embalar en puntos de pago, pitillos (pajillas) plásticos, mezcladores de bebidas plásticas, etc. Esta ley progresiva busca eliminar los plásticos de un solo uso a 2030 en Colombia.

Por otro lado, el Tratado Global de Plásticos es un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que está siendo negociado por los Estados miembros de la ONU con el objetivo de poner fin a la contaminación por plásticos en todo su ciclo de vida, desde la producción y diseño, hasta la gestión de residuos, al igual que sus elementos tóxicos
Fue aprobado como resolución en marzo de 2022 durante la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y se prevé que esté listo para su firma en 2025 tras cinco rondas de negociación, conocidas como INC (Comité Intergubernamental de Negociación). La ronda INC-5.2 será clave para definir los puntos de consenso y se llevará a cabo en agosto de 2025 en Ginebra, Suiza.
En este sentido, desde Greenpeace exigimos un Tratado Global sobre Plásticos que: reduzca la producción de plástico en al menos un 75 % para 2040, elimine los plásticos de un solo uso y los elementos tóxicos, y que genere obligaciones de reutilización para los estados miembros, en línea con el objetivo climático de 1,5 °C, y para proteger nuestra salud, nuestras comunidades y la naturaleza.
El Tratado Mundial sobre los Plásticos es una oportunidad única para resolver la crisis de los plásticos, la pérdida de biodiversidad y la crisis climática. Por el bien de nuestro futuro colectivo, no podemos desaprovechar este momento.