El activismo es una acción colectiva, organizada, consciente y sostenida que busca generar un cambio positivo, una herramienta poderosa para denunciar injusticias y exigir cambios, pero también es uno de los blancos preferidos de las grandes corporaciones. 

Ser activista implica involucrarse de manera directa en acciones enfocadas a transformar injusticias, proteger derechos y promover el bienestar común. El activismo visibiliza a las personas y comunidades vulnerables, alza la voz por sus demandas cuando los gobiernos y las grandes corporaciones no las escuchan. 

Fotografía del Rainbow Warrior, barco de Greenpeace, iluminado como un "faro de resistencia" en el que se lee "No puedes hundir un arcoíris".
El Rainbow Warrior, uno de los barcos más emblemáticos de Greenpeace, ha sido usado durante décadas como herramienta de activismo pacífico en defensa del planeta. © Paul Hilton / Greenpeace

El problema se agrava cuando las empresas perfeccionan tácticas corporativas para silenciar a quienes alzan la voz: desde la censura encubierta hasta la represión legal, pasando por la manipulación mediática y la criminalización directa.

Un artículo publicado por el diario británico The Guardian en octubre de 2023 expuso estas estrategias de intimidación. Según la investigación, es cada vez más común que los gobiernos aprueben leyes antiprotestas para desalentar y reprimir el activismo ambiental.

Retrato de una activista de Greenpeace con cintas en la boca formando una X, haciendo alusión al silencio.
¡No nos silenciarán! Voluntarios de Greenpeace protestan contra las demandas SLAPP, usadas para intimidar a quienes defienden el planeta. Greenpeace USA ya fue llevada a juicio por su apoyo a las protestas indígenas contra el oleoducto en Standing Rock. La demanda por casi 300 millones de dólares buscaba callar el activismo, pero seguimos de pie. © Markus J. Feger / Greenpeace

Greenpeace bajo ataque, la ofensiva legal de Energy Transfer

Pese a la grave amenaza, Greenpeace continúa con su labor, como lo ha hecho desde 1971, para denunciar públicamente la destrucción ambiental, sin miedo a enfrentarse a corporaciones y gobiernos.  

Uno de los casos más emblemáticos es el de Greenpeace en Estados Unidos y Greenpeace Internacional, organizaciones que, tras participar en protestas pacíficas contra el oleoducto Dakota Access en 2016, han sido perseguidas durante ocho años por Energy Transfer

El hostigamiento comenzó, cuando la ONG denunció que la construcción de un oleoducto amenazaba los suministros de agua y sitios sagrados de la reserva sioux de Standing Rock, localizada entre Dakota del Norte y Dakota del Sur, en Estados Unidos.

Fotografía de un Teepee cerca de la Casa Blanca en Washington D.C. como parte de una acción en solidaridad con los pueblos indígenas. En él se lee "El agua es vida".
Como parte de las protestas contra el oleoducto Dakota Access, activistas y aliados —incluido Greenpeace— instalaron tipis frente al Monumento a Washington en 2017. Fue un acto pacífico y simbólico para exigir respeto al agua, a los territorios sagrados y a los pueblos originarios. © Tim Aubry / Greenpeace

Fue entonces que la empresa estadounidense acusó a la ONG de incitar a la violencia, difamar su nombre y conspirar para cometer delitos en relación con las protestas. En lugar de corregir sus prácticas, Energy Transfer, emprendió una ofensiva legal sin precedentes para aplastar la denuncia con demandas multimillonarias.

En marzo de 2025, un jurado de Dakota del Norte declaró a Greenpeace en Estados Unidos y Greenpeace Internacional culpables de difamación, ordenándole pagar más de 660 millones de dólares a Energy Transfer. Esta condena injusta podría sentar un peligroso precedente legal: si esta fórmula funciona, otras empresas podrían aplastar cualquier forma de disidencia.

En respuesta, Greenpeace Internacional invocó una nueva y poderosa ley de la Unión Europea, en los Países Bajos contra Energy Transfer por daños y costos derivados de esta persecución legal, la cual espera sentar un precedente en la defensa de ambientalistas.

Activistas y simpatizantes de Greenpeace muestran una manta con un mensaje para Energy Transfer:  "No nos silenciarán".
Energy Transfer: ¡No nos silenciarán! © Ray Baseley / Greenpeace

Urge detener las leyes antiprotesta 

La criminalización del activismo no es nueva. Durante siglos, quienes defienden la tierra han sido perseguidos mientras las grandes industrias enriquecen a costa del despojo. Hoy, esta represión se disfraza de legalidad. 

No es justicia, es censura ¡Basta de criminalizar al activismo!

Activistas de Greenpeace Svalbard frente al lujoso yate Launchpad de Mark Zuckerberg, sostienen una manta en la que se lee el mensaje: Es tiempo de resistir, ¡Detengan la toma de control de los multimillonarios!.
¡Es tiempo de resistir la toma de control de los multimillonarios! © Christian Åslund / Greenpeac

Por eso, es urgente fortalecer leyes antiprotestas en todo el mundo y proteger el derecho a defender el planeta sin miedo a represalias.

Con tu ayuda, podemos resistir. Apoya nuestra lucha contra los abusos del poder corporativo.

¡Sumate! No dejemos que las grandes corporaciones tengan la última palabra.

¡No nos van a silenciar!

Las corporaciones intentan silenciar la lucha por el planeta. ¡Es tiempo de resistir!

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