A dos años del estallido de la guerra entre Israel y Palestina, y del inicio del genocidio contra el pueblo palestino, Gaza sufre una catástrofe humanitaria. Más de 40 mil personas han perdido la vida, millones han sido desplazadas, y quienes aún resisten lo hacen sin agua, sin alimentos y sin un medioambiente sano para vivir porque también hay una devastación ecológica sin precedentes.

Hoy, la sociedad y el medio ambiente están en crisis.
Greenpeace, como una organización que lucha por la vida y la justicia no podría hablar solo de impactos ambientales de la guerra entre Israel y Palestina, sería quedarnos cortos ante el atropellamiento social, pero ambas, lucha social y justicia ambiental, van de la mano.
¿Cómo se relaciona la justicia ambiental con la justicia social?
La lucha ambiental y la social se interceptan entre sí, ya que para vivir en plenitud, el ser humano no solo necesita garantizar sus derechos, sino también un medio ambiente seguro y limpio donde habitar.
Desde Greenpeace, alzamos la voz porque creemos que la lucha ambiental debe ser interseccional, es decir que se entrelaza y tiene impacto en lo social y en lo cotidiano. Lo que ocurre en Gaza es una expresión de cómo la guerra, el extractivismo y la desigualdad operan como un mecanismo de violencia.

Ecosistemas en Gaza: una catástrofe sostenida
Es importante precisar que la devastación ambiental en Gaza no comenzó en octubre de 2023. Un informe de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, (UNRWA por sus siglas en inglés) publicado en mayo de 2025, advierte que los ecosistemas de Gaza han estado en riesgo desde 2007 por las ofensivas militares constantes.
A esto se suma la rápida urbanización, la altísima densidad de población y un contexto político que hace casi imposible adaptarse a los impactos del cambio climático. Por eso, la guerra ha profundizado todas estas vulnerabilidades, dejando al territorio al borde del colapso ecológico.

Esta destrucción no solo es producto directo de los bombardeos. Ante la falta de energía, la población ha tenido que talar árboles para poder cocinar o calentarse durante el invierno porque al haber un Estado ausente y ante una situación extrema en donde no se garantizan ni los más elementales derechos, como el derecho a la vida, la conciencia ecológica se queda en segundo plano.
Genocio y ecocidio en Gaza: la opresión ambiental
En Gaza, la violencia que destruye la tierra también destruye los cuerpos, las comunidades y los modos de vida. La ocupación israelí no solo arrebata derechos humanos fundamentales, sino también derechos ecológicos básicos como el acceso al aire, agua y suelos limpios.
La guerra en Gaza no solo es genocida, también es ecocida, y el ecocidio en este contexto es una estrategia de dominación. Cuando se bombardean granjas y olivos, se envenena el suelo o se impide el acceso a vertederos de basura, no se trata solo de “daño colateral ambiental”, sino de un ataque directo a la posibilidad misma de vivir.
Desde esta perspectiva, hablar de justicia ambiental sin justicia social es imposible, y la opresión ambiental no es un tema aislado sino una consecuencia directa de la devastación en todos los sentidos.
Uno de los valores fundamentales de Greenpeace es la no violencia, no solo como una forma de acción directa, sino como un principio ético que guía nuestra relación con el planeta y con las personas que lo habitan.

Creemos que no puede haber paz verdadera mientras se destruyan ecosistemas, se silencien pueblos o se sacrifiquen vidas. Por eso, hacemos un llamado urgente a proteger el clima, la vida y el futuro, entendiendo que defender el planeta es también defender la posibilidad de un presente y un futuro digno para las personas en cualquier parte del mundo.
Y por eso, hoy más que nunca, alzamos la voz por Gaza, porque defender la vida también es defender los ecosistemas que la sostienen.