Sabemos que nuestras acciones cotidianas tienen consecuencias ambientales en mayor o menor medida. Cada vez hay más iniciativas pensadas a favor del ambiente y, sobre todo, personas preocupadas por reducir su impacto diario.

Sin duda, hay cosas que podrían eliminarse o sustituirse para disminuir la contaminación. No obstante, sería difícil pensar, por ejemplo, en un mundo sin ropa ni textiles. Prácticamente, no hay forma de eliminar este insumo en ninguna parte del mundo. 

Tan solo en 2020 y con una pandemia a cuestas, se espera que las ventas en la industria de la moda alcancen alrededor de 664 mil 470 millones de dólares a nivel mundial (1).

Eso no significa, por supuesto, que no podamos transitar a un consumo responsable en el que reduzcamos nuestra adquisición de ropa, en función de su durabilidad y calidad, y no con base en tendencias innecesarias. Esto implica no elegir la fast fashion, optar por marcas sustentables y locales,  además de reparar, reutilizar y renovar lo que ya tenemos.

Por eso, vale la pena conocer a qué nos referimos cuando se habla de fast fashion y cuál es su impacto ambiental. De esta forma, estarás más consciente de lo que adquieres. Si te interesa que los gobiernos diseñen medidas para que todas y todos podamos consumir menos y mejor, haz clic aquí y exijamos alternativas viables y ecológicas.  

¿Qué es fast fashion

El concepto de fast fashion, o moda rápida, se refiere a los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria de la moda, en función de las tendencias y una necesidad inventada de innovación, lo que contribuye a poner en el mercado millones de prendas y fomentar en los consumidores una sustitución acelerada de su inventario personal (2).

© Ka-ming Li / Greenpeace
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© Ka-ming Li / Greenpeace
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La industria de la moda es una de las más contaminantes en el planeta y bajo la lógica de la fast fashion se ha vuelto mucho más perjudicial.
© Ka-ming Li / Greenpeace

La fast fashion provoca que se introduzcan al mercado muchas colecciones de ropa “en tendencia”, durante lapsos breves. Así, se sigue este modelo de producción donde se fabrican prendas con materiales de baja calidad para asegurar un precio barato, por lo que incluso podríamos hablar de ropa prácticamente desechable. Además, su velocidad de manufactura repercute en su escasa durabilidad.

Actualmente, la industria de la moda, bajo esta lógica, produce decenas de colecciones de ropa al año, en contraste con el viejo modelo de colección primavera/verano y otoño/invierno (2).

Los trabajadores de los países donde se fabrican las prendas de fast fashion suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias (3).

Para cumplir con los plazos que la fast fashion ha impuesto, la producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias, generalmente en el sur de Asia, como pueden ser: Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China.

Las pésimas condiciones de trabajo, incluido un salario mísero, representan un problema ético y un claro ejemplo de explotación, así como un atentado a los derechos humanos, en los que se encuentra también la explotación laboral infantil y el trabajo forzado (3).

El consumismo es uno de los mayores responsables de la proliferación de este tipo de prácticas. Una de las consecuencias de esto es la producción en masa, en contraste con el tiempo de utilización de la ropa, que es muy corto.

Si te interesa saber más sobre cómo el deseo desmedido por comprar lo más novedoso afecta terriblemente al mundo, te recomendamos: “Consumismo, el fenómeno que pone en jaque al planeta”.

Tan solo de 2000 a 2015, según A New Textiles Economy, un reporte de la Fundación Ellen MacArthur, la producción de ropa se duplicó: alrededor de 50 mil millones de prendas fueron fabricadas en el 2000, ¡pero quince años después se produjeron más de 100 mil millones!

A la par de este aumento, en una media mundial, las veces que se usa la ropa han decrecido en un 36% en el mismo lapso. La ropa desechada, que podría usarse aún, se traduce en 460 mil millones de dólares perdidos. ¡Hay prendas que se usan únicamente de 7 a 10 veces y se tiran! (4).

En China y Alemania, más de la mitad de los encuestados sobre el uso de su ropa admitió que tenían más prendas de las que realmente necesitaban (4).

Además, todos estos problemas derivados de la fast fashion, tienen relación con la contaminación y el uso excesivo de recursos naturales, lo cual amenaza un futuro sustentable y una relación equilibrada con la naturaleza.

¿Te gustaría llevar un estilo de vida mucho más ecológico? Entonces el consumo responsable es una buena opción para ti. No olvides visitar la plataforma que hemos preparado en Greenpeace.

El impacto ambiental de la fast fashion

Como hemos visto, la fast fashion tiene implicaciones negativas, pero una de las consecuencias más nocivas se centra en su impacto en el planeta: tan solo la producción de ropa representa el 10% de las emisiones de CO2 a nivel global, el equivalente a lo que libera la Unión Europea por sí sola (5).

La fast fashion, al abaratar costos y motivar una producción masiva,  ha aumentado la contaminación generada por la industria de la moda.
La fast fashion, al abaratar costos y motivar una producción masiva, ha aumentado la contaminación generada por la industria de la moda.
© Lance Lee / Greenpeace

La contaminación que genera la producción de ropa alcanza también a la tierra y el agua. Y no solo su fabricación, ¡incluso lavar la ropa desemboca en un aproximado de 500 mil toneladas de microplásticos al año en los océanos! (5).

Se estima que el 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada o en basureros, lo que contribuye a la contaminación terrestre y atmosférica (4). 

Además de estos microplásticos, la fabricación de ropa involucra el uso de químicos altamente dañinos para la salud humana, que se liberan en ríos y otros cuerpos de agua.

En Greenpeace, llevamos casi una década de trabajo con diversas marcas de ropa y tiendas de moda para eliminar los químicos dañinos en la producción de prendas y hacer conciencia sobre los peligros de la moda rápida. 

De hecho, la nuestra fue la primera campaña que retó a las grandes compañías para que asumieran la responsabilidad de sus efectos contaminantes. Detox My Fashion logró que 80 marcas y proveedores se comprometieran a dejar de usar químicos como los alquilfenoles etoxilados (APEs), restringidos en Europa y Estados Unidos; un compromiso que sigue en curso.

En este sentido, la fast fashion bien puede resumirse en un rápido paso del armario al vertedero. En su acelerada manufactura, a la industria de la moda en general no le ha importado arrasar con recursos, sostener modelos de trabajo precarizados y de explotación, y desechar ropa que aún puede utilizarse perfectamente; con tal de satisfacer el deseo de novedad.

Respecto al desecho de prendas, cada segundo se quema o arroja a los basureros el equivalente a un camión lleno, es decir, 2.6 toneladas. Producir ropa en realidad es muy costoso bajo el modelo actual: 2 mil 700 litros de agua son necesarios para fabricar apenas una camisa de algodón (6).

Si la tendencia a la alza continúa, para 2050 se triplicaría el consumo de petróleo a 300 millones de toneladas para producir ropa (4).

El otro gran problema de la sobreproducción está en el mínimo reciclaje llevado a cabo por la industria. En México, según datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), tan sólo el 5% de la ropa se recicla.  

Las cifras varían enormemente según el país. Por ejemplo, en Canadá, la empresa de reciclaje Envirotex estima que 85% de la ropa que podría reciclarse termina en los basureros de ese país, los cuales deben sumar ya más de 220 mil toneladas de ropa (7).

En Alemania hay una política que exige que el 75% de los textiles debe recogerse y reciclarse, sin embargo sucede, a veces, que la ropa desechada termina en otros países que no reciclan ni cerca de esos altos porcentajes (4).

En suma, el desperdicio es una de las características que define a la industria de la moda. Se calcula que, a nivel mundial, se reutiliza menos del 1% de la materia prima (plástico, algodón y otras fibras) usada para producir ropa (4).

Nuestras acciones del día a día tienen un impacto en el planeta. Da clic aquí y aprende más sobre tu huella de carbono y la forma en que puedes reducirla.

Fast fashion en México

Sin duda, la fast fashion ha propiciado que el uso de recursos naturales y la contaminación relacionados con la producción de prendas se haya acelerado en las últimas décadas. ¿Qué pasa con la industria textil en nuestro país?

En México, se estima que en 2020 las ganancias de esta industria alcancen los 4 mil 520 millones de dólares, lo cual nos coloca en la posición 18 del ranking mundial de ventas. El top 5 lo ocupan China, Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Alemania (8).

En 1992, la tienda Zara abrió en el centro de la Ciudad de México el primer local de la compañía en Latinoamérica. En las siguientes décadas, esa zona terminó por llenarse de tiendas fast fashion (9).

A partir de los 90, México se convirtió en un mercado altamente redituable para las marcas fast fashion. Antes del auge de los tratados de libre comercio en el país, la ropa no era vista como un bien desechable, y además se privilegiaba la producción nacional junto con el trabajo de costureras y sastres locales (9).

En México, las consecuencias de la fast fashion también han dado lugar a protestas contra la industria de la moda. <div class= © Prometeo Lucero / Greenpeace